Historia

Londres

Los Orleans compiten con el lanzamiento de dos libros

La Razón
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Principe y madre, la deliciosa y atemperada princesa Beatriz, a la greña en eso de lanzar libros. Mientras que el de su primogénito, Charles-Philippe, que tanto vivió en los madriles, recoge vivencias de Estoril como exilio regio de diez monarcas, con una portada, donde Victoria Eugenia luce la diadema regia de las flores de lis que a veces usa Doña Sofía, poco dada a tocados, su madre, más viajada, prefiere dar consejos en una desacostumbrada guía viajera. Recomienda lo mismo dormir en un granero de lujo en Copenhague que el Festival de las Camelias, tan emblemático ya de Orense. Recuerdo cuando Belinda Rúspoli lo organizó en el pazo de Sotomayor –hoy Soutomaior, ganas de jorobar– con Marinita Castaño recibiendo un anillo-camelia como reconocimiento a cuanto soportó al Nobel Cela. Es una gozada ver mi tierra gallega animada por esta flor de origen japonés. Pero no paran ahí las alertas florales de tan sigular «principessa», que además de exaltar la mayor rosaleda del mundo sita en Sangerhausen (Alemania), también precisa como imprescindible visitar la tienda-laboratorio de Serge Lutens en los soportales del parisiense Palais Royal, vecino a la Comédie Française, donde tanto actuó María Casares. Lutens es una de las grandísimas «narices» del mundo. Le descubrió Chez Dior y actualmente crea perfumes como «Ambré Sultan» –mi preferido– o la «Nuit de Cellophane», mientras que, dice la Orleans, su raro «L'Eau Serge Lutens» te deja olor a limpio. Es el anti olor, pura sofisticación. Sus creaciones están consideradas entre las veinte mejores fragancias del mundo.

Leyéndola entiendes lo bien que la Orleans se entiende con alguien tan opuesto como la aventurera Teñu Hohenlohe, siempre en busca de hallazgos étnicos que retrata como nadie. De ahí sus constantes exposiciones en el mundo entero, que nadie imaginaría al verla tan rubia, plácida y relajada. Enloquece con el África negra y resultan antológicas sus imágenes de mujeres marroquíes ataviadas floclóricamente. Un testimonio único que no incluye su íntima en este manual de lujo, donde repasa desde el sonido acuático en los lagos croatas de Lika, hasta ver «Hamlet» en Stratford-Upon-Avon, esa especie de Almagro en versión británica. Y aquí no valoramos la importancia conservadora de nuestros clásicos donde acaso este verano estrenan la comedia de Lope recién descubierta. Pertenece a sus entretenimientos escénicos, como el 70º cumpleaños del dueño de Sotheby's, que llevó a Londres a Alfonso Fierro con Maritín y a Juan Abelló sin Ana Gamazo, que también se pierde por una buena selva que proteger. Su sobrina Flavia, directora en España de la firma de subastas de tanto prestigio, optó por no moverse en la cita que conmocionó tanto como la visita de nuestra casi vip al Papa Francisco. Descolocó verla entre la masa, en la que destacaba la presencia de Montes Fraile, pillada a última hora, el pío empaque de Nuria Fernández-Tapias y el ímpetu organizador de Cary Lapique, orientada por Paloma Gómez-Borrero. Le sacan punta a su atuendo –mordaces comentarios de Julio Ayesa– mientras el príncipe de Orleans casi convierte en relato de aventuras lo que en el Portugal de Salazar vivieron desde el melifluo Humberto II de Saboya a las bodas con aire de fado –un lamento nostálgico– de nuestras Infantas Margarita y Pilar.