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Olvido Hormigos le «roba» el novio a Mónica

Olvido Hormigos le «roba» el novio a Mónica
Olvido Hormigos le «roba» el novio a Mónicalarazon

El personal anda revolucionado, especialmente después del cabreo que la ex concejala exhibicionista provocó este fin de semana a un Jorge Javier Vázquez que transforma lo simplemente informativo en desmadre. Él no convierte en «show» lo que presenta, llámese «Deluxe» o «Sálvame» a palo seco, donde ya anuncian a bombo y paltillo la reaparición de Belén Esteban el 10 de octubre. Lo hará aunque no haya perdido con la doctora Soria los 20 kilos ganados en este reposo guerrero. La atienden en la clínica Menorca y su diabetes dificulta que pierda más de kilo y medio en dos semanas, de ahí que el régimen haya de ser progresivo y sin proteínas. Controlan sus subidas de insulina, no vayan a malograr tal «reentré». La otra mañana la vieron entrar con una bolsa de El Corte Inglés en la consulta, protegida por Toño Sanchís, su amigo, compañero y representante.

Olvido la lio gorda y Jorge Javier acabó echándola del plató como días atrás hizo con Remedios Torres, la oportunista madre de María José Campanario, señora ya apuntada al trinque propiciado por el alejamiento temporal de la rubia madre de Andreíta. Con ella sería imposible. La ex concejala trepa le ha cogido gusto a ser actualidad y se ha convertido en inseparable de Mónica Pont, otra que tal baila, pero con mayor estilo, y forman pandilla con sus respectivos, aunque los íntimos de Dimas Soler-Roig Juncadella no entienden qué puede compartir él con semejante troupe de advenedizos. Por si fuera poco, Olvido se ha dejado ver más de lo recomendable con César Ruiz, el hijo cocinero del añorado José Luis, en cuyos establecimientos todavía sirven las mejores tortillas de patata de España, excepción de las jugosas y casi sin cuajar que hacen en las betanceiras Casillas, tan próximas a La Coruña. Es un plato único de receta secreta donde María Dolores Pradera se ponía las botas en sus galas norteñas. Las disfrutaron Carlos Larrañaga y María Luisa Merlo, que proyecta entrar en un convento acaso animada por Tamarita, cuyo «reality» no cuaja ni se sostiene como hacen las tortillitas gallegas. Mesa recomendable esta de las Casillas, anclada en una gastronomía nada experimentadora. Olvido se deja ver con César, que, antaño, cosa de la última Navidad nevada, fue pillado en Banqueira con Mónica Pont. Es sucesor del imperio culinario, ahora quizá con la herencia cobrada, y proyecta instalarse en Miami, donde hace años triunfó con Macarana, local donde Julio José Iglesias montó cuartel general y nunca pagaba. Lo hacía con su simple presencia, ahora estancada. Intuyen mal rollo entre la estilosa catalana y Dimas, su pareja casi formal y duradera, un segundo padre para el hijo de la más guapa actriz a quien le ha tocado esta quincena y lo disfruta en la Ciudad Condal, donde otea el horizonte secesionista en medio de un bullicio turístico que para sí querría este Madrid de nuestros pecados.

Jorge Javier supo sacar la furia conocida de Olvido, que va dando tumbos sin saber qué cara ofrecernos o cuál puede salir más rentable. Resultó todo un espectáculo retratador como antaño lo hacían aquellas máquinas con trípode y caballito incluido que retrataron nuestra ilusionada infancia. Queda más lejana que los arranques provocativos de la casada y exhibicionista política castellana.