Asturias

Paloma San Basilio dice adiós

Paloma San Basilio
Paloma San Basiliolarazon

Tres son los Reyes Magos de Oriente y tres las celebraciones que coincidieron en torno a la plaza de Oriente para festejar el 6 de enero: mientras Paloma San Basilio dio un concierto matinal en el frío coliseo operístico, enfrente, en Palacio, Don Juan Carlos reaparecía y presidía la Pascua Militar, apenas con pompa y escasa asistencia. Sorprendió más ver al Príncipe –que la noche anterior asistió en Pozuelo a la Cabalgata de Reyes con Doña Letizia y sus hijas, las Infantas– sin la barba de meses, que los andares del Rey, a los que alguno no le sacaba ojo. Sigue con muletas: dos para bajar del coche y tan sólo una para volver al vehículo tras la más corta ceremonia militar que se recuerda. El acto no exigió tiros largos en la Reina, vestida en oscuros aliviados por un cuerpo grisáceo, mientras la Princesa de Asturias combinó terciopelo en dos tonos de azul, oscuro para la falda larga. La recuperación del Monarca no concluirá hasta finales de mayo, tal y como pronosticó el doctor Miguel Cabanela, que no se equivoca, como hicieron otros, y pareció animarse al verlo dejar Palacio apoyado sólo en un bastón. Quizá pasó delante del coliseo en el que Paloma dio el do de pecho vestida de negro, blanco y encaje rojo. Fue un concierto raro, desacostumbrado y, quizá, buscando sustituir el que era tradicional por Reyes, montado por Plácido Domingo en el atiestético Auditorium con lo mejor de nuestra lírica: Caballé, Berganza, Kraus y tantos otros. Allí Plácido se reencontró con la diva catalana tras casi veinte años sin hablarse después de que ella mantuvo una nota –serían dos o tres– en una representación liceísta de «L'africana», de Meyerbeer, en diciembre de 1977. Ahí se rompió la que era pareja de moda en el bel canto. Quizá el Soberano evocó los cabezazos que daba ante tanta lírica junta montada en honor risueño y devenida en castigo insufrible. Tan sólo revivía cuando las estrellas a coro entonaban el pachanguero «Amigos, siempre amigos» de Jacinto Guerrero, que hizo mejores revistas que zarzuelas salvo dos excepciones. Conchita Leonardo le hizo perder la cabeza, bien lo saben las paredes del Teatro Coliseum que tengo a mis pies, en cuyo tercero vivió cuarenta años doña Concha Piquer. Lo de Paloma fue vendido como adiós a una lírica nada bohemia, aunque gran parte del programa fue copado, acaparado y llenado por la Sinfónica Municipal en arreglos de «Miss Saigón» y «El fantasma de la Ópera», que todavía se representan en Broadway tras veinte años yendo y volviendo. No pareció repertorio al uso del «Bailando» a «Luna de miel», sino que recorrió grandes títulos como «Porgy and bess», el «Memory» de «Cats», insuperable por Barbra Streisand, y ya no digamos ese «Supercalifragilístico» dicho con poco humor. Más cómica estuvo Paloma en «Singing in the Rain», sin llegar a la original, chilló con agudos la cálida «Over the Rainbow» y, en «El sueño imposible», la acompañó un coro de cincuenta niños desvirtuando el casi himno. Chasco en quienes fueron a oírla y sorpresa por ausencias tan notorias como las de Jaime Azpilicueta y Moncho Aguirre, parece que flojo de salud. O de ganas. Se despidió con «Los nardos», que no es lo suyo cuando se han oído versiones míticas como las de su creadora, la inolvidable –pero políticamente olvidada– Celia Gámez. El pasacalles enardeció a un público confiado en pasarlo bien. Fue un bonito pero incompleto regalo de Reyes.

El detalle

DON FELIPE, SIN BARBA POR PASCUA

El Príncipe Felipe ha decidido volver a afeitarse –aunque no han sido pocos los estilistas que alabaron su barba– y parece que ya ha convertido en tradición mostrar el cambio de «look» rasurado durante la Pascua Militar: en 2010 también renunció ese día a la barba tras años luciéndola.