Pontevedra

Esperanza

La Razón
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Esperanza tiene cáncer de mama. Es una de las 16.000 españolas a las que este año se les diagnosticará esta enfermedad. El pronóstico es bueno gracias a que se lo han detectado en la fase inicial, esa que solo se manifiesta cuando cumplimos a rajatabla con nuestro calendario de revisiones, el mismo que con frecuencia vamos retrasando porque siempre hay algo más importante que hacer que cuidarnos la vida.
No es la primera política que pasa por este trago. María San Gil, Ana Palacio y la teniente de alcalde de Pontevedra, Teresa Casal, se vieron en esa misma tesitura y salieron airosas. Hoy el cáncer se cura. Aguirre no ha tenido ningún problema en explicarlo ella misma, que es una manera de empezar a ganarle la batalla a la enfermedad. Nadie duda de que le va a plantar cara con el mismo ímpetu con el que defiende sus políticas, y es muy posible que la enfrente, además, con ese puntito de socarronería que tan hábilmente maneja cuando quiere y como quien no quiere la cosa.
Dice también que se retira de la política unos días para operarse. Eso no se lo cree ni ella. Los políticos, como los sacerdotes o los calvos, aunque no ejerzan, no pueden dejar de ser lo que son. Aguirre seguirá haciendo política tres minutos antes de entrar al quirófano y saldrá de él despachando con Isabel Gallego. Fijo. Si el primer paso para resolver un problema es detectarlo, Esperanza Aguirre ya lo ha dado. Tiene ahora dos meses y medio por delante para ponerse en forma. No le damos ni uno más. Los madrileños no estamos dispuestos a perdernos el cara a cara con Tomás Gómez, así que, presidenta, a cuidarse y a curarse.
Contra la enfermedad, también pico y pala. No hay más.