Bruselas
La nube de cenizas se disipa y aleja el caos aéreo de Europa
El volcán islandés Grimsvötn paró de escupir ceniza ayer, lo que permitió recuperar la normalidad a los habitantes del país nórdico, y poco a poco también en el tránsito aéreo de Irlanda, Gran Bretaña y Alemania, afectado por la nube que provocó su erupción desde el sábado.
Pero el volcán islandés ha dejado en el aire otra nube de interrogantes sobre la preparación de Europa para evitar un nuevo caos del transporte sin bloquear el espacio aéreo. La Comisión Europea volvió ayer a defender el sistema de tres zonas (azul, gris y roja, según la densidad de cenizas) en las que se divide el espacio aéreo para autorizar los vuelos garantizando la seguridad de los pasajeros, y que se creó precisamente el año pasado tras la erupción de otro volcán islandés que obligó a cerrar gran parte del espacio aéreo europeo, dejando más de 100.000 vuelos en tierra. Pero compañías como Ryanair siguen cuestionando que esta división en tres zonas es totalmente aleatoria, y no está basada en datos científicos.
Confusión
De hecho, la compañía irlandesa desafió a los reguladores de su país y realizó dos vuelos de prueba en la zona roja este martes, donde no está permitido volar, sin esperar a ninguna autorización, para luego probar que su fuselaje no había entrado en contacto con ningún resto de ceniza. Un año después del mayor caos de los cielos europeos desde la II Guerra Mundial –y a pesar de que ha mejorado la coordinación entre los Estados miembros– las compañías, la Comisión Europea y Eurocontrol, que coordina el espacio aéreo en el continente, los expertos continúan sin saber la cantidad de ceniza que puede tolerar el fuselaje de un avión, por lo que siguen basando sus decisiones en modelos matemáticos. Aunque la nube de cenizas esta vez «sólo» ha afectado a 1.200 vuelos y los aeropuertos volvieron ayer a funcionar en lugares como Alemania, algunos se plantean cómo responderá la coordinación «blanda» europea, en la que las compañías y los Estados miembros tienen la última palabra, ante una gran erupción como la del pasado año.