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Teherán

Bruni y el islam

La Razón
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El Es probable que la presión internacional, en aumento desde hace varios días, acabe salvando la vida a Sakineh Mohammadi, la mujer iraní que ha sido condenada a morir lapidada por cometer adulterio. Si así fuera, habría que agradecérselo de forma especial a Carla Bruni, cuya defensa de la adúltera le ha valido el calificativo de "puta"por parte de los ayatolás. Otras muchas mujeres, con riesgo evidente de recibir el mismo título de nobleza, se han movilizado para impedir la ejecución. Parece que a las feministas españolas les está costando un poco más levantar la voz, tal vez porque no está Israel de por medio, pero no hay que desesperar. En realidad, no son las protestas de los ciudadanos occidentales lo que se echa de menos en este episodio de brutalidad, otro más de los que periódicamente da noticia el mundo islámico. Lo que escandaliza es el silencio sepulcral de los líderes musulmanes que viven en Europa o América, como si no fuera con ellos una lapidación decretada al amparo del Corán. Es en casos como éste cuando Occidente duda con fundamento de que exista realmente un islam moderado capaz de plantarle cara a los predicadores de la guerra santa y la teocracia. Quien tiene que salvar a Sakineh Mohammadi no es Carla Bruni, sino los musulmanes que aspiren a ganarse el respeto de las personas sensatas y civilizadas. En España vive casi un millón y medio de creyentes musulmanes, ciudadanos ejemplares en su gran mayoría, pero ninguno de sus dirigentes ha protestado contra Teherán y se ocultan tras el velo de la indiferencia. Ahí está también el mutismo de Turquía. Un país que aspira a formar parte de la Unión Europea no puede mirar para otro lado cuando están en juego derechos fundamentales por temor a los sectores más radicales del país. Tampoco se ha escuchado la condena de los portavoces palestinos, en especial de los que gobiernan en Gaza, tal vez porque son los mismos que hace un mes prohibieron a las mujeres palestinas fumar en público por razones estéticas. Mientras los propios musulmanes no se revuelvan contra el arcaico integrismo de sus clérigos y teólogos, habrá otras muchas mujeres como Sakineh que serán condenadas a morir a pedradas y sus muertes harán más insalvable aún la distancia que los aleja de la sociedad libre y democrática.