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Autocuidado

La Razón
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Estoy deseando conocer el informe del impacto económico y social del autocuidado de la salud que nos dispensará Gabriel Ferragut, profesor de la Universidad Pompeu i Fabra, en la Menéndez Pelayo de Santander la semana que viene. Mantengo la teoría que he visto concretada por el Instituto de Formación Cofares y la Asociación para el Autocuidado, Anefp, con un curso dirigido por el jurista sanitario Enrique Sánchez de León, sobre la corriente de doble flujo entre autocuidado, dispensación libre y responsable de los farmacéuticos y sostenibilidad del sistema sanitario.
Porque no se trata sólo de recurrir a los impuestos y a los recortes sobre la industria del ramo o los márgenes de la farmacia, sino más bien de establecer un profundo progreso de la salud de los ciudadanos basado en su propia responsabilidad y en abrir desde sus propias economías los cuidados básicos para su salud cuando los problemas son menores y no alcanzan aún la necesidad de la prescripción facultativa. En eso estábamos desde que nos contó hace más de diez años Dorotea Orem que el autocuidado es una conducta que aparece en situaciones concretas de la vida y que el individuo dirige hacia sí mismo y hacia su entorno.
En definitiva, la salud se produce cuando se devuelve a la gente un poder ilimitado para propiciar su propia salud. Así reza la Carta de la I Conferencia sobre Promoción de la Salud de Ottawa en 1986. Por eso, a mí me parece que el progreso en ese ámbito puede estar en la propia farmacia y en los deberes y derechos de los ciudadanos. Seguro.