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De parte de la otra princesa

Kenizé Mourad (París, 1940) es una biografía exótica tras una amale sonrisa. No se engañen: esta elegante dama que aparenta ser una grata contertulia de té dominical ha sido la corresponsal en Beirut e Irán, entre otros destinos, de «Le Nouvel Observateur», y su historia daría para varias películas

Mourad, ayer en Madrid
Mourad, ayer en Madridlarazon

Ella la plasmó en su novela más vendida, «De parte de la princesa muerta» (1987). Si allí rastreó la vida de su madre, hija del último sultán otomano y esposa de un rajá, en su nueva novela, «En la ciudad de oro y plata», vuelve a la India, pero a la de 1856, para descubrirnos a un personaje que existió. Que se lo pregunten a los ingleses. Hazrat Mahal, esposa del rey de Awadh, se levantó contra el dominió británico y tuvo al imperio de su graciosa Majestad contra las cuerdas durante dos años en Lucknow.

La escritora conoce bien la historia: Lucknow es también la cuna de sus antepasados. Pero Mahal es una gran desconocida «incluso en la India, salvo en el norte. Los ingleses no han escrito casi nada sobre ella porque quizá no les gustaba que una mujer los mantuviera en jaque. Los ingleses han escrito millones de libros sobre la revuelta de los cipayos, que es un momento histórico clave en la lucha por la independencia, pero siempre desde su punto de vista». El anonimato de la heroína quizá tenga que ver, añade Mourad, «con que era musulmana y en la India moderna los musulmanes no son tan apreciados... Pero fue llamada por algunos ingleses el alma de la revuelta».

Un primer paso que, casi un siglo después, llevaría a Ghandi y la independencia. «Ella y los cipayos comenzaron este movimiento. Llevó tiempo, claro, porque los ingleses no querían ceder: India era la joya del imperio». Londres se apoyó en la desunión del país para lograr el poder.

Afganistán invencible

Lucknow fue el centro de la cultura del norte de la India, explica con un suspiro nostálgico: «Era una mezcla fantástica entre las culturas hindú y musulmana. Más que tolerancia, había una fusión. Cuando Delhi fue tomado por los ingleses, los artistas viajaron a Lucknow, donde el rey era un amante de las artes. La ciudad era tan bella que la llamaban la joven novia de India». Pero todo eso fue destruido por los ingleses y por el tiempo. «Aún hay magníficos palacios y edificios, aunque no estén en buen estado. Pero ahora es una ciudad de 16 millones de habitantes repleta de nuevas estructuras. Es terrible, no hay que ir allí salvo que conozcas antiguas familias, aún corteses y refinadas». Mourad, que nació y vive en Francia, conoce bien India y Turquía, donde tiene familia, y todo Oriente, medio y próximo, y Asia Central, de Palestina a Pakistán, de donde acaba de llegar. Y extrae, de aquel colonialismo decimonónico, conclusiones para el mundo de hoy: «Afganistán nunca ha podido ser vencido.

Los ejércitos ingleses fueron masacrados durante dos siglos allí. Es una locura pensar que hoy en día Occidente va a poder vencer, salvo si arrasa el país con bombardeos». Otra cosa que aprendemos de esta novela, asegura, «y que vale para Afganistán e Irak, es que no se puede forzar a la gente a cambiar: el cambio ha de venir de dentro. En Afganistán hay gente abierta y el cambio surgirá de ellos. Si tratamos de obligarlos habrá una reacción. Cuando ocurre eso, el Islam, que puede ser abierto y liberal, se pone a la defensiva y los extremistas sacan argumentos».


Historias sin película
A pesar de que «De parte de la princesa muerta» fue un «best seller», Hollywood no ha apostado por la obra de Mourad. «Es una pena. Pero tengo cuatro novelas históricas, y ese tipo de películas son caras. Estuvieron a punto de rodar "De parte de la princesa muerta", pero yo quería tener algo de decisión sobre el personaje de mi madre y los americanos eran capaces de contratar a una bailarina de las que hacen la danza del vientre». Y añade: «Este libro, aparte de ser una historia extraordinaria, nos dice mucho sobre el enfrentamiento entre Occidente y el Islam cuando el primero quiere imponer sus valores. Y también la importancia de que haya un Islam moderado».