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No son los toros

La Razón
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El nacionalismo se ha cargado los toros en Cataluña no por defender a estos animales, que eso les importa poco, sino por hacer propaganda internacional de su hecho diferencial. Algo que han conseguido, habida cuenta del eco que la noticia ha tenido en Europa y América, aunque no tanto en EE.UU, donde apenas aparece una referencia en el «New York Times» para decir que «una región española prohíbe las corridas de toros». El resto de los periódicos, al menos los que tengo ocasión de mirar aquí en Boston, donde me atrapa la polémica, nada de nada. De manera que después de tanta jarana, los soberanistas sólo logran el reconocimiento de que siguen siendo «una región española». Todo un logro para esta gente que la única aspiración que tiene en la vida es la de que no se les asocie a España. Lo demás son circunstancias, instrumentos que hay que usar para lo principal: la independencia de Cataluña. Y eso son los toros, en este caso. Por supuesto que tienen mi respeto las asociaciones de defensa de los animales que defienden ésta y otras causas para lograr un mejor trato a las especies. Pero ellos no han ganado la batalla. Mas y Carod les han usado como excusa para asestarle otro golpe a España. Con el consentimiento, como es habitual, de los «montillas» colaboracionistas de turno, que nada han hecho por evitarlo. Montilla y el PSC tuvieron la oportunidad de tumbar la iniciativa cuando llegó a la Mesa del Parlament, pero no lo hicieron porque temen que les llamen españoles. Por eso se lavaron las manos y dejaron que la bola creciera hasta que ya fue imposible pararla. Montilla dice ahora que él ha votado «no» a la prohibición. Faltaría más, siendo taurino como es, cordobés y andaluz de origen y español al fin y al cabo. Pero si se hubiera empleado en este caso con el mismo ímpetu con el que se movió incitando a la Prensa catalana a hacer editoriales conjuntos o manifestándose cual independentista contra la sentencia del TC sobre el Estatut, estoy seguro que los toros seguirían siendo legales. Hubiera impedido la libertad de voto propia y negociado con otros grupos la defensa de la fiesta. Con los seis diputados del PSC que dijeron «sí» o se abstuvieron, más los de Unió y otros de izquierda o Convergencia que él habría sabido repescar, no hubiese habido caso. Luego el primer responsable de lo ocurrido es José Montilla, que no ha hecho nada por impedir algo que un buen president de la Generalitat podría haber esquivado y evitado. Claro que en el pecado lleva la penitencia: será recordado como el presidente cordobés bajo cuyo mandato se prohibieron los toros. Lo llevará escrito en su currículo de por vida.La cuestión es prohibir. Pero no cualquier maltrato animal. Prohibir las banderas españolas en taxis, el uso del castellano en los colegios, rotular los comercios en español. No son los toros. El correbous, fiesta extendida por Tarragona en la que se persigue, apalea, cerca y encienden los cuernos de estos animales, seguirá siendo legal. Las cacerías y monterías no van a ser vedadas. De las granjas industriales en las que se hacina y engorda artificialmente a pollos y gallinas no hablan los independentistas. Sólo les interesa eliminar aquello que se identifica con España. Ese es el auténtico fondo de la cuestión. Lo demás son historias.