Teherán

Un oscuro velo nuclear

Desde que Mahmud Ahmadineyad fue elegido presidente, las ya turbulentas relaciones entre Irán y el mundo occidental han entrado en una etapa de mayor tensión. Ahmadineyad, con el apoyo de los «pasdarán», supo aglutinar el descontento de los pobres y de los desempleados urbanos para alzarse con el triunfo en las elecciones de 2005.

Un oscuro velo nuclear
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Tampoco dudó en afectar sin disimulos la indignación propia de la chía frente a la que en ese momento ostentaban el poder. En la segunda vuelta de las elecciones, su oponente fue el ex presidente Hashemi Rafsanyani, el cual, para muchos iraníes, era la viva representación de los peor del corrupto compadreo del régimen. Así y todo, muchos iraníes votaron por Ahmadineyad porque por primera vez tenían la posibilidad de votar por alguien que no era un mulá. Muchos observadores extranjeros, obnubilados sin duda por la opinión de los barrios prósperos y reformistas del norte de Teherán en los que se relacionaban, se llevaron una sorpresa mayúscula por el resultado de las elecciones. Antes de ser elegido, Ahmadineyad se pateó las zonas más deprimidas del país, donde hacía años que no habían visto a un político, y puso el dedo en la llaga de los problemas económicos y sociales. Fue entonces cuando salieron a la luz su entusiasmo religioso y sus ansias por abrirse un hueco en las relaciones internacionales. (...)

Moralidad pública
Los observadores que siguen con atención los acontecimientos en la zona advierten del peligro de un Irán provisto de armamento nuclear, dispuesto a extender sus tentáculos hacia Irak –gobernado por chiíes– y a influir con toda su capacidad en un pujante movimiento chií, como el de Hezbolá en Líbano, o en el emergente Hamás (suní) en Cisjordania y Gaza. Un Irán con este tipo de armamento puede ir incluso más allá en su influencia sobre otras naciones de su entorno. Desde luego, para el estado de Israel éste no es el mejor escenario imaginable. Así que, por muy retóricas que nos parezcan las amenazas de Ahmadineyad, hay que tenerlas en cuenta. Por el momento, sirven para tensar más la situación.

Con todo, las cosas no pintan tan mal como parecen. Con la sola y posible excepción de Hezbolá en Líbano, los fieles chiíes de Oriente Medio no muestran mucho entusiasmo ante la idea de un gobierno islámico a semejanza del iraní. Aunque las voces más críticas provienen de los suníes, para la chía, el concepto de «velayat-e faqih» es demasiado radical. Bajo las directrices de Ali Sistani y Múqtada al-Sadr, los chiíes iraquíes han optado por seguir una línea independiente, aunque si continúan los ataques y las provocaciones por parte de los insurgentes suníes, pueden acabar en brazos de los iraníes. Hay que tener en cuenta que, en cualquier caso, Irán ejerce una influencia nada desdeñable sobre los chiíes iraquíes, y los iraníes tienden a considerarse a sí mismos veladores de sus correligionarios iraquíes, igual que de los chiíes de cualquier otra parte. (...)

A pesar de sus muchas carencias, y con la sola excepción de Israel, el régimen iraní es más representaivo que los de la mayoría de Oriente Medio, si bien no es para echar campanas al vuelo: las elecciones legislativas de 2004 y las presidenciales de 2005 se celebraron en un clima de menor libertad que anteriores procesos electorales, y las sospechas o las evidencias de manipulación fueron mayores. A pesar de las medidas represivas del aparato del régimen, Irán no es un estado totalitario, como lo fueron las naciones del bloque soviético durante la Guerra Fría. En Irán, el poder se reparte en diferentes centros y hay notables diferencias de apreciación entre quienes llevan las riendas del estado, así que la política iraní es harto complicada. Aun dentro de límites estrechos, hay margen para la discrepancia. (...)

Otros aspectos de la situación que se vive actualmente en Irán no son tan halagüeños. Las detenciones de mujeres y profesores invitados en la primavera de 2007 supusieron un paso atrás. Al mismo tiempo, se multiplicaron las detenciones por «incorrecciones» en la indumentaria femenina –que habían disminuido notablemente durante el gobierno de Jatami–, así como las acciones destinadas a reprimir los llamados actos inmorales en público, como parejas cogidas de la mano o que se besan en público. Se ha rectificado en parte la depuración llevada a cabo por Jatami en el seno del Vevak, y muchos de los sospechosos de complicidad en la oleada de asesinatos de 1998 han vuelto a sus antiguos puestos. Se han disuelto manifestaciones pacíficas, y muchos de los participantes han sido detenidos y condenados a largas penas de cárcel. Resulta especialmente lamentable que el presidente de un país que cuenta con un legado intelectual tan rico y vasto, y con tan arraigada como importante presencia judía en el territorio, organice por mero afán de notoriedad una conferencia para dar voz a vesánicos negacionistas del Holocausto llegados de todo el mundo (aunque la propensión iraní al negacionismo no comenzó con Ahmadineyad, sino que se remonta años atrás, cuando Irán prestaba apoyo a Hamás y Hezbolá en sus ataques contra Israel). El llamamiento del presidente iraní a que el estado de Israel sea «eliminado de la página del tiempo» es, además de una salida de tono, una irresponsabilidad manifiesta. Su postura en el conflicto que opone a israelíes y palestinos es sólo muestra de necia ignorancia. Cómo, si no, se puede afirmar que el estado de Israel se creó para lavar así el sentimiento de culpa de los países europeos por el Holocausto perpetrado por los nazis, y que, en consecuencia, los israelíes deben regresar a «la Europa de donde salieron». Como todo el mundo sabe, los judíos que viven en el estado de Israel proceden de muy diversos países, y han ido asentándose paulatinamente en ese territorio, como lo atestiguan las abultadas cifras de judíos que, a lo largo de las dos últimas décadas, han llegado procedentes de la antigua Unión Soviética.


FICHA
l Título del libro
: «Irán. Una historia desde Zoroastro hasta hoy».
l Autor: Michael Axworthy
l Edita: Turner
l Fecha de publicación: 30 de junio de 2010.
l Sinopsis: El autor, que vivió en Irán entre 1998 y 2000 como delegado del ministerio británico de Asuntos Exteriores, recorre la historia de Persia, desde dos mil años antes de nuestra era hasta la actualidad. Desde Zoroastro, partos y sasánidas, pasando por chiíes y safavíes, hasta la caída de estos últimos en el siglo XVIII y el acceso de la dinastía pahlevi a principios del XX. Concluye con la caída del Sha en 1979 y la revolución que encabezó Jomeini, cambio que modificó el mapa geoestratégico en toda la zona. Se cierra con la llegada al poder de Ahmadineyad y las incógnitas que ha abierto su presidencia.