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El cabo del miedo: Astiazarán remedio o enfermedad

El cabo del miedo: Astiazarán, remedio o enfermedad
El cabo del miedo: Astiazarán, remedio o enfermedadlarazon

Cabeza de turco

Es un señor que, además de tener nombre de marca de sidra, hace lo que hace cualquiera por su empresa: buscar más ingresos, más beneficios.

Astiazarán es un señor que, además de tener nombre de marca de sidra, ha pedido, oh sacrilegio, que el partido de fútbol del sábado noche sea de pago y no en abierto. Para presionar, convocó un parón de una jornada que, finalmente, se jugó para desgracia de alguno, que ha perdido puntos y al que le debe dar muchísima rabia que no se hiciera caso a Astiazarán. Nos pintan a Astiazarán como un señor malísimo que pretende que la gente de a pie se quede sin partido del sábado, como un Mr. Scrooge futbolístico que busca el mal del pueblo para forrarse él. En efecto, quitar el partido en abierto daría más dinero a los clubes y éstos no quieren perder la oportunidad. Astiazarán hace, por tanto, lo que hace cualquiera por su empresa: buscar más ingresos, más beneficios.
¿Y el aficionado, entonces, qué? El aficionado nada, oiga. Hace tiempo que es así. Desde que llegaron las Sociedades Anónimas Deportivas, cuenta lo justito, lo básico: cuenta para pagar el abono, cuenta para que se le pida animar incluso cuando el equipo es un petardo, cuenta para ir al campo a las horas inverosímiles que la televisión plantea y cuenta para que se le diga que, ahora que el equipo va fatal, no irá Vd. a protestar encima, con lo sensibles que son los chicos. El fútbol ya no es de la gente, sino de los dueños de las empresas en que se han convertido los clubes a los que representa el Sr. Astiazarán. Salvo cuatro excepciones, el socio no elige presidente, no tiene voz ni voto, no está legitimado para pedir cuentas. Astiazarán sólo es la cabeza visible de un sistema criticable, y de ahí que le caigan los palos que otros merecen y no reciben.

María José Navarro

El criado

Astiazarán pone más empeño en no contravenir al Real Madrid y al Barcelona que en auspiciar una competición digna de tal nombre.

El cargo de presidente de la Liga de Fútbol Profesional exige vestir traje y corbata, pero José Luis Astiazarán no se saltaría el protocolo un ápice si llevase cofia y plumero para acudir solícito a los toques de campana de sus dos amos, don Sandro y el señor Pérez. De este modo, su labor no variaría y los ciudadanos nos daríamos cuenta mejor de cuál es la naturaleza de su trabajo. La LFP es la única patronal del mundo en la que seis de sus miembros recurren en los tribunales un cierre patronal auspiciado por la mayoría de sus miembros y esa originalidad hay que atribuírsela a la falta de liderazgo de un Astiazarán que pone más empeño en no contravenir al Real Madrid y al Barça que en auspiciar una competición digna de tal nombre. Cualquier parecido entre él y David Stern es mera coincidencia.
No iba a ser menos en España el fútbol que otras actividades menos frívolas. Una de las peculiaridades de este país es que los elegidos para la función representativa no se desempeñan como albaceas de los ciudadanos en las instituciones, sino como sicarios de los responsables del dedazo que les ha facilitado la canonjía. Es impensable que un parlamentario vote en conciencia contra el designio de su grupo e improbable que un magistrado falle contra el partido que lo ha propuesto; «mutatis mutandi», resulta imposible que Astiazarán no se doblegue a las exigencias de los clubes cuyas opiniones son determinantes en la LFP. ¿El desigual reparto del dinero de la televisión provoca este coñazo de Liga? Pues claro, pero facilítenle a don José Luis un sueldo mejor que el que tiene o apechuguen con su complicidad.

Lucas Haurie