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Despachos y pasillos por Alfonso Ussía
Un buen diplomático, y los hay a centenares, sólo es partidario de representar bien a España

Creo que los funcionarios del Estado, y más si pertenecen a la máxima altura del funcionariado, alcanzada después de unas duras oposiciones, no pueden ser valorados por su ideología y sí por su competencia y dedicación. Tambien es cierto que un servidor del Estado no puede caer en sesgos ideológicos en el cumplimiento del deber, lo cual no siempre sucede.
Y por último, que un nuevo Gobierno no puede olvidar a los altos funcionarios que han sido vejados, humillados y despedidos de sus despachos por caprichos partidistas. De todos los ministerios, el más afectado por las estupideces del Gobierno previo, es el de Asuntos Exteriores. En los últimos meses, se han sucedido sorpredentes nombramientos de amigos de la anterior ministra que carecen de sentido. Y un buen número de diplomáticos, con sus oposiciones, su experiencia y su buen hacer a sus espaldas, han fortalecido sus piernas paseando por los pasillos del Ministerio en espera de un cargo y un destino que casi siempre terminaban en manos de un pelota íntimo de la sonriente. El exceso de embajadores políticos en perjuicio de los diplomáticos profesionales sólo puede responder al escaso aprecio que la chica de la sonrisa sentía por los profesionales de la diplomacia.
«La Carrera», que así le dicen los diplomáticos a la suya, se ha ganado, al fin, su nombre, en los años de Moratinos y Jiménez. Carrera por los pasillos en pos de un despacho, de un lugar para sentarse, de un cometido para trabajar en el cumplimiento de sus derechos adquiridos. No todos los embajadores y diplomáticos destinados fuera de España son, o han sido, partidistas y partidarios. Un buen diplomático, y los hay a centenares, sólo es partidario de representar bien a España. Pero sobran algunos. Especialmente aquellos que durante el desempeño de sus cargos han aireado su condición de simpatizantes del poder establecido, lo que en un diplomático resulta a todas luces inaceptable.
Los embajadores políticos a casa. Los embajadores que no han sabido mantener el equilibrio ideológico, al sufriente pasillo que han padecido compañeros más dignos y preparados.
Se han dado casos deprimentes, en los que el apellido de un diplomático ha sido la causa de su olvido y arrinconamiento. Lo mismo pensaría de haber sido el Partido Popular el causante del estropicio ético que ha experimentado «La Carrera» durante el mandato de las dos calamidades públicas anteriormente mencionadas. Y respeto, claro está, a quienes son capaces de superar sus impulsos ideológicos en beneficio de la dignidad en el desempeño de sus cargos.
Pero los habitantes de los pasillos tienen que ser recompensados. Un gran profesional de la «Carrera» me informó, cinco años atrás, de su destino: «Estoy en pasillos sin alfombra». Cuando Moratinos se largó llorando y llegó Trinidad Jiménez tronchada de risa, mi confidente ascendió con levedad. «Estoy en pasillos con alfombra». Se trata de un ilustre y prestigioso diplomático. Hablé con él poco antes de las elecciones. «¿Sigues en pasillos con alfombras?»; «no, estoy jugando al golf porque están en obras mis pasillos. Los asesores no diplomáticos de la Ministra se sienten incómodos en sus despachos y hay que mejorarlos».
No se trata de quitar para poner. Se trata de hacer justicia a los diplomáticos humillados.
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