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Turquía suelta lastre

La Razón
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La tópica Turquía moderna que fundara el mitificado Kemal Ataturk, basada en el laicismo y la tutela militar, dio ayer un giro de gran relevancia. La reforma de la Constitución que propuso el primer ministro, Recep Tayipp Erdogan, ha sido avalada en referéndum por la mayoría de los votantes. Esta victoria no sólo consolida al dirigente turco y a su partido, el islamista Justicia y Desarrollo (AKP), en primera línea de salida ante las próximas elecciones generales; también, y sobre todo, desactiva en gran medida el poder militar que se había blindado constitucionalmente en 1982, dos años después del último golpe protagonizado por el Ejército, y somete el Poder Judicial al Poder Legislativo, de modo que el Parlamento controlará el sistema de elección y la organización interna de los jueces. La reforma judicial tiene especial relevancia porque trata de impedir que se repita un episodio como el de 2008, cuando el partido en el Gobierno (AKP) estuvo a un voto de ser ilegalizado por un tribunal bajo la acusación de ser un centro de actividades antilaicas del país. En cuanto al sometimiento del poder militar al civil, que incluye la preponderancia de la jurisdicción ordinaria, queda nítidamente reflejado con la supresión del polémico artículo 15 de la Constitución, que blindaba a los generales golpistas de 1980. Más allá de estas dos grandes reformas, en el referéndum de ayer también se aprobaron otras de diversa importancia relacionadas con los derechos de las mujeres, los niños y los discapacitados, algunas solicitadas por la UE como condición para seguir avanzando en el proceso de incorporación de Turquía a Europa. No cabe duda de que las 26 enmiendas refrendadas acercan un poco más el país a los estándares democráticos europeos. El hecho de que hayan sido los islamistas los que las hayan impulsado puede parecer paradójico, pero eso no merma su calidad democrática. ¿Significa que Turquía está a partir de ayer más cerca de su ansiada integración en las instituciones europeas? Pues no. Una cosa es que la Constitución haya soltado lastre y otra bien distinta que la legislación, las instituciones y el funcionamiento de la Administración cumplan los requisitos básicos para homologarse a los de Europa. La conculcación de derechos fundamentales, como el de libertad religiosa, que sólo se contempla para la fe musulmana pero no para las demás confesiones, sitúa a Ankara a muchísima distancia de sus objetivos europeístas. Tampoco ayuda que los islamistas radicales hayan ido escalando posiciones en el poder y en puestos clave de la Administración, amparados y jaleados desde la Presidencia de la nación. Turquía, fiel a su destino de tener un pie en Occidente y el otro en Oriente, es hoy un crucial campo de batalla para el mundo musulmán, en el que se enfrentan los viejos herederos de un laicismo sui géneris contra los nuevos adalides del islamismo militante. Las contradicciones que agitan y desgarran a la sociedad turca reflejan a las claras que los principales obstáculos en su andadura hacia la deseada Europa no sólo proceden de países como Francia, sino de su propia definición interna. Una Turquía cada vez más islamista es una Turquía cada vez menos europea.