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Cambio sí revolución no por Gustavo de ARÍSTEGUI

La Razón
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Muchos en Europa esperaban un cataclismo similar a los que hemos visto en otros países de la región. En Marruecos no pocos eran escépticos sobre la capacidad de convocatoria de los organizadores de una marcha poco espontánea. Todo fue muy pacífico en la manifestación más concurrida, la de Rabat. De lo que no puede caber duda es de que habrá un antes y un después de esta pacífica marcha. Pero antes algunos detalles importantes:

1. Buena parte de los problemas que denuncian los convocantes son ciertos, y no pueden esconderse. La pobreza, las desigualdades, los casos de nepotismo, la corrupción que irrita a la aplastante mayoría de los marroquíes y que inhabilita incluso a la Justicia. El desempleo, la falta de viviendas dignas para los desfavorecidos, la falta de perspectivas, el subempleo, los salarios bajos o de miseria en algunos casos.

2. La protesta pacífica fue organizada por los partidos de extrema izquierda PADS y Renacimiento Democrático, pro-soviéticos durante la Guerra Fría, y los islamistas ilegales pero tolerados del movimiento Justicia y Caridad, con la participación individual de diputados, otros militantes destacados y las juventudes del PJD, los islamistas que están en las instituciones. La curiosidad es la participación de dos riquísimos empresarios, según algún observador, con cierto oportunismo. Según los testigos, más de tres cuartas partes de los manifestantes eran islamistas, y entre los más activos estaban los familiares de los presos de terroristas salafistas. Éstos sí que corearon consignas contra la monarquía, pero no reflejaban la opinión de la mayoría, que quiere cambios pero ni la revolución ni el caos.

3. Que nadie se llame a engaño: aunque los protagonistas hayan sido los radicales de la extrema izquierda y del islamismo radical, los motivos que provocaron la protesta son compartidos por muchos que no participaron. Las iras de quienes estaban y de quienes no estaban se centraban contra una parte del Gobierno, algunos de los partidos más arraigados, el primer ministro, el ministro de Exteriores y la familia Fasi, algún consejero del Rey y el PAM, el partido político de Fuad Ali el Hima, un hombre muy influyente en Marruecos. La conclusión es clara: la gente quiere cambios tranquilos, no ponen en cuestión la monarquía, pero sí al Gobierno. El deseo de la mayoría es que todo se corone con reformas constitucionales e institucionales, para garantizar la continuidad y la estabilidad de sus reivindicaciones y que se recupere el espíritu la transición, que tantas esperanzas despertó al principio del reinado de Mohamed VI, y que hace unos años se estancó muy claramente. Pero la noticia está en Libia, donde la Yamahiria, el «Régimen de las Masas», ha asesinado a 300 personas.


Gustavo de Arístegui