Sevilla
Prohibido hacer pensar a pie de calle
Orlando Rivera denuncia que la Policía le confisca los libros que ha vendido durante dos años en los jardines de Murillo «para dar de comer a mis tres hijos»
Sevilla- En «Fahrenheit 451», Guy Montag quemaba libros porque leer hacía pensar. En la Sevilla del «pacto de progreso» del siglo XXI, a Orlando Rivera le han confiscado los libros que vende desde hace dos años en los jardines de Murillo –a 1, 2, 3 y 5 euros– porque carece de permiso para hacer pensar a pie de calle. Tenía su clientela fija, instalaba su puesto de 8:30 a 15:30 horas de lunes a viernes, pero la Policía Local le ha requisado su mercancía de papel y tinta dos veces en sólo una semana y le exige una multa de 85,65 euros para recuperarla.
«Yo soy sincero y reconozco que no tengo permiso para vender, pero nunca había tenido ningún problema. Me han negado el paro y la ayuda familiar, no vendo droga ni discos piratas, no me hago rico con esto, sólo es para darle de comer a mis tres hijos». Orlando es cubano pero lleva doce años en Sevilla, tanto él como sus niños poseen la nacionalidad española y quiere que alguien le conteste «qué hacemos las personas honradas y trabajadoras que no tenemos empleo ni ingresos para poder alimentar a nuestras familias».
Lamenta que los policías le trataron «con muy malos modos, como si fuera un delincuente» y asegura que aunque la primera vez pagó la multa para recuperar sus libros, «ahora ya no lo voy a hacer, porque no tengo dinero y además porque ni siquiera me dieron un recibo, quién sabe a dónde irá ese dinero...». Orlando trabajaba en una empresa de pinturas y además en un bar de Gines los fines de semana, cuando perdió el primer empleo solicitó el paro pero le dijeron que no le correspondía por estar trabajando. Tres meses después le despidieron del bar y entonces alegaron que esas pocas horas no computaban, por lo que tampoco tenía derecho a la prestación. «Es la pescadilla que se muerde la cola. Cuando fui a la Seguridad Social para reclamar alguna ayuda me dijeron que mis únicas posibilidades eran irme a Cáritas o buscarme la vida... Y eso es lo que estaba haciendo hasta ahora», relata.
Aunque admite que carece de permiso, desmiente la teoría de que «yo no pago impuestos, porque cuando pago la compra del supermercado y el recibo de la luz llevan incluido el IVA, ¿a que sí?». «¿Tendré que robar? ¿Asaltar un banco? ¿Ponerme en huelga de hambre delante del Ayuntamiento? Como se dice en Cuba, me han ‘cortado el pienso' y la Policía me ha condenado a la mendicidad, así de claro», resume Orlando Rivera, quien descarta vender libros otra vez porque los agentes le dejaron claro que «no vuelvas, porque donde te pongas te buscaremos».
No entiende cómo «la autoridad, la preservadora de la ley, me condena a mí a que yo la viole. Me llevan contra la pared y me provocan a que me radicalice», se lamenta Orlando, quien añade que «según la ley tengo que dar de comer a mis hijos, llevarlos al colegio con zapatos y no pedir limosna con ellos. Yo debo cumplir con mis obligaciones como padre, pero no me dejan».
Sólo tiene claro que no volverá a instalar su puesto con los libros que le regalaban, se encontraba o compraba barato, pero desconoce todo lo demás. «Que el presidente del Gobierno o el alcalde socialista me respondan dónde está la solidaridad de la que tanto hablan, si mi única opción es acudir a las monjas para que me den de comer. ¿Qué hace una persona decente, trabajadora y cumplidora de la ley ante una situación como ésta?».
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