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Elecciones a la fuerza en un país diezmado

La situación de caos, en medio de la epidemia, aconsejaba un aplazamiento electoral. Pero la ONU dijo no. nuevo plan que permitirá incrementar hasta 370 hectómetros la reutilización.

Seguidores sostienen carteles electorales de la candidata presidencial Mirlande Manigat
Seguidores sostienen carteles electorales de la candidata presidencial Mirlande Manigatlarazon

Puerto Príncipe– A pesar de las peticiones de algunos candidatos, Naciones Unidas, Estados Unidos y la Unión Europea han instado a que las elecciones generales en Haití se celebren este domingo, según el plan establecido. Todos coinciden en que cuanto más se espere, peor. Hay una pequeña élite económica haitiana que espera impaciente la resolución de los comicios, en los que no sólo se elegirá al nuevo presidente, sino también a los miembros del Parlamento y a un tercio del Senado.
Esta élite económica podría garantizar lo que muchos consideran es la última esperanza del país: la estabilidad política. Podría ser en la figura de la ex primera dama, y por el momento favorita en las encuestas, Mirlande Manigat, quien ya ha avisado no obstante de «un posible fraude masivo» en los comicios, los primeros desde el devastador terremoto de enero y que se celebran en medio de una epidemia de cólera que se ha cobrado las vidas de más de 1.500 personas y que ni siquiera ha alcanzado su pico.
Tres de los cuatro candidatos haitianos que piden el aplazamiento electoral recuerdan que los comicios «se están viendo afectados por las protestas, por el luto y por una situación humanitaria urgente», según una misiva enviada al actual presidente del país, René Preval, que por mandato constitucional no puede presentarse a estos comicios.
En su carta, los candidatos Garaudy Laguerre, Gerard Blot y Josette Bijou advierten a Preval de que el país corre el peligro de ser «estigmatizado» a los ojos del mundo y de caer en un aislamiento que tendrá efectos «sobre el turismo, las exportaciones, la diáspora y la economía». Por ello, solicitan a las autoridades «la publicación de un plan nacional para contener la epidemia de cólera», como medida previa al establecimiento de unas correctas condiciones sociopolíticas para la celebración de los comicios.
Frente a estas voces, los padrinos internacionales apuestan por celebrar las elecciones suceda lo que suceda. «¿Cuándo las haríamos entonces?» se preguntaba el representante especial de la ONU en Haití, Edward Mullet. «¿Cuándo la epidemia empeore?».
Mullet compareció ante los reporteros el pasado jueves, después de conocerse que la cifra de muertos ascendía a 1.648, con más de 60.000 hospitalizados, que podrían terminar convirtiéndose en 400.000 para el año que viene según estimaciones de la subdirectora de la Organización Panamericana de Salud, Kim Andrus.
La epidemia va acompañada de su consiguiente explosión de violencia, desde el momento en el que comenzó a extenderse el rumor de que un grupo de soldados nepalíes adscritos a la misión de Estabilización de Naciones Unidas (MINUSTAH) transportó la letal enfermedad. Los motivos de la animadversión hacia Naciones Unidas son, en realidad, más antiguos, y enormemente relacionados con el devenir político del país. Están intrínsecamente relacionados con la operación realizada por las fuerzas de paz de Naciones Unidas el 6 julio de 2005 en la barriada de Cité Soleil contra las poderosas bandas de criminales afiliadas al entonces presidente Jean Bertrand Aristide, en la que perecieron 80 personas, entre ellas Emanuelle «Dread» Wilmer –líder comunitario para sus seguidores, «gangster» para las fuerzas internacionales–.
La CIA describe a Haití como «el país más pobre del hemisferio occidental», donde «más de la mitad vive en las condiciones de pobreza más abyectas». Una catástrofe puede dejar inutilizado al país. Dos, casi equivalen a su destrucción.
Así, por ejemplo, cientos de miles de personas perdieron su tarjeta de votante tras el seísmo del 12 de enero. Muchos de ellos todavía no se han registrado para votar. Como resultado, centenares de haitianos se agolpan desde hace semanas ante los colegios electorales para pedir una tarjeta nueva.
Cuando no pueden conseguirla, se la falsifican. Por ello, la oficina electoral haitiana informaba el pasado jueves que más de medio millón de tarjetas de votación falsas habían sido descubiertas en los últimos días. Y sin embargo, todo parece indicar que estos comicios se tienen que celebrar a toda costa y pese a quien pese, porque como afirma el candidato Charles Henri-Baker –representante de la clase alta de Haití en estos comicios– «la ayuda no llega a Haití, y uno de los motivos es por culpa de este Gobierno».
Pero unas elecciones fraudulentas amenazan con poner en peligro los millones de dólares en ayuda, acompañados de las inversiones extranjeras.


«Vuvuzelas» contra el cólera
- Las «vuvuzelas», ruidosas trompetas popularizadas durante la celebración del Mundial de fútbol en Suráfrica, se han enseñoreado de las calles de Puerto Príncipe. Pero su toque de llamada es muy distinto: «¡fuera el cólera!», cantaban a su ritmo los haitianos durante el mitin de cierre de campaña de Mirlande Manigat, la ex primera dama favorita en las encuestas con un 36 por ciento de intención de voto.
- Pero la epidemia avanza:un total de 1.648 personas han fallecido en Haití desde mediados de octubre pasado, según las últimas cifras ofrecidas ayer por el Ministerio de Salud Pública y Población (MSPP). El origen de la epidemia en el país sigue siendo desconocido, aunque, según pruebas realizadas por el CDC de en Atlanta, está causado por una cepa igual a una hallada en Asia meridional.
- La otra «plaga» habitual en las elecciones haitianas, la violencia, ha acudido puntual a la cita. Aunque no hay datos contrastados, el número de muertos en incidentes políticos supera el medio centenar. Ayer, en el cierre de la campaña del carismático candidato a la presidencia, el músico Michel «Sweet Micky» Martelly, varios pistoleros dispararon contra la multitud. Hubo dos muertos y varios heridos.