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La cueva de Ali Babácom

Policía. Mucha. Y el imprescindible helicóptero. Así detuvieron a Kim Schmitz. Una operación calibrada por el FBI en la que el principal enemigo eran los sistemas electrónicos.

La cueva de Ali Babácom
La cueva de Ali Babácomlarazon

Ahí había de todo. Hasta un «nickname»: Kim «Puntocom». La crónica policial habla de coches de lujo, 10 millones de dólares (neozelandeses), ordenadores para aburrir, obras de arte por valor de 6 millones y varias armas de fuego. La Policía no se anduvo por las ramas. Entró con toda la logística cinematográfica de los asaltos, incluido el helicóptero obligado (lo que habrá encantado al mismísimo Jerry Bruckheimer, el productor de los grandes filmes de acción de Hollywood). Algo de esta espectacularidad merece, por supuesto, una respuesta contundente, a la altura, tan digna como los coches patrulla que rodearon la finca. Y el fundador de Megaupload no se ha andado con demasiados rodeos. Para defenderse de las acusaciones de «piratería» que han recaído sobre él y sus tres colaboradores, ha recurrido al abogado que el ex presidente Bill Clinton contrató para el caso Lewinsky. Casi nada. Aunque deberían recordarle que este juicio lo perdió.

Fajos de billetes
La noticia ha prendido muy pronto. En todos los foros. Como los comentarios respecto a la vivienda en la que habitaba. Una mansión ajardinada –había hasta parterres recortados como los que aparecen en las películas de época–. Un chalé de esos que se levantan a las afueras de las ciudades superpobladas, en la parte residencial y que parecen un hotel digno de «Pretty Woman» por la fila de automóviles caros aparcados delante de la puerta, que es algo muy al estilo de los restaurantes privativos de Los Ángeles y sus alrededores.

Las marcas dan cuenta del dinero que se manejaba, aparte de los fajos encontrados en diferentes lugares. Se asegura que había hasta catorce modelos distintos. Entre ellos, Mercedes, un Cadillac de 1959 ( las malas lenguas hablan de que la carrocería era rosa) y un Rolls-Royce Phanton. No se sabe muy bien cómo es en realidad Kim Schmitz. Pero, en otros casos, tres modelos de esta talla y envergadura han descrito muy bien el retrato característico del nuevo rico. Casa grande y motores con cilindrajes que parecen moldeados en oro puro. Todo ideal. Y, de fondo, las descargas ilegales. El asunto turbio pra escribir una novela.

El FBI entró de repente, por supuesto. Empleó cerca de sesenta y seis efectivos. Hombres provenientes de diferentes cuerpos y especializados en operaciones internacionales de distinto calado. Pertrechados, se adentraron en la residencia, situada en una zona llamada Coatesville, en las afueras de Auckland, Nueva Zelanda. Cuando irrumpieron no estaba solamente el propietario. Estaba acompañado por unas quince personas.

El primer obstáculo que los agentes debían sortear para alcanzar su objetivo no eran los dóberman característicos de una villa, sino todo el andamiaje de sistemas electrónicos que «Kim Dotcom» –que ayer cumplía 38 años y los celebra en la cárcel– había montado en su parcela (según las estimaciones, está valorada en 30 millones de dólares). Así lo reconoció Grant Wormald, inspector de la unidad de Crimen Financiero y Organizado de la Policía. Cuando el FBI entró en la casa, enseguida comenzó la búsqueda de Schmitz.

Una habitación blindada
No hubo que rastrear mucho ni tampoco dar demasiadas vueltas para encontrarle. Lo sorprendieron escondido en una habitación blindada (no se sabe el motivo de que estuviera tan protegida) y, en la estancia, se halló un arma de fuego, en concreto, una pistola. Kim Schmitz, que a lo largo de 2010 habría ganado alrededor de 42 millones de dólares, arrastraba sobre las espaldas un currículum de dudoso linaje. Contaba con varias condenas previas por tráfico de influencia y desfalco en Alemania y Tailandia, según informa Reuters.

Los detalles han ido desvelándose poco a poco a lo largo de la jornada de ayer. Entre las anécdotas que llaman la atención está la presencia de un varón de unos 55 años que no tenía, en principio, relación alguna con Schmitz, pero que fue detenido por posesión ilícita de armas. Está claro que, a pesar de las protestas procedentes de los gurús de internet, los detenidos, da la impresión de que no debían ser hombres de una moral intachable. Nada más concluir el arresto, Estados Unidos pidió a la justicia de Nueva Zelanda que concediera la extradición de Schmitz y de sus tres colaboradores, que también fueron detenidos por las autoridades el mismo viernes.

Ahora comienza un laberinto de peticiones, reclamaciones y otros asuntos burocráticos que pueden alargar mucho una resolución rápida de este caso y de cuáles pueden ser las condenas y responsabilidades que deberán afrontar los inculpados. Estados Unidos comienza así una dura batalla por los derechos de la propiedad intelectual a nivel internacional. La respuesta por parte de los internautas, no se ha hecho esperar. Páginas bloqueadas, revelación de datos personales que podrían poner en peligro a algunos miembros del FBI y otras cosas de semejante ralea.

El horizonte para Schmitz no es demasiado halagüeño. En caso de que sea deportado a Estados Unidos, deberá defenderse de las siguientes acusaciones: cargos por crimen organizado (que sería Megaupload), blanqueo de dinero y violación de los derechos de la Ley de Propiedad Intelectual. Sólo hay que esperar si, en esta ocasión, el abogado de Bill Clinton se merece sus honorarios o no podrá evitar los 50 años de cárcel para su cliente.


El abogado del caso «Lewinsky»
Lo único que le faltaba a este caso para convertirse en todo un espectáculo era un abogado famoso. Y ya lo hay. Kim Dotcom será defendido por el mismo letrado que asistió al ex presidente de Estados Unidos Bill Clinton (en la imagen de arriba) en el caso Lewinsky, Robert Bennett. En estos momentos «Dotcom» se encuentra en prisión preventiva junto a otros tres directivos.


El detalle
CUMPLEAÑOS ENTRE REJAS

Kim Dotcom había preparado planes muy especiales para este fin de semana. El fundador de Megaupload pensaba pasar el día en casa, donde iba a organizar una fiesta con todo tipo de lujos para celebrar junto a sus amigos su 38 cumpleaños. Pero el FBI y la Policía de Nueva Zelanda han frustrado sus planes: «Dotcom», el alias que utiliza, tendrá que cambiar la piscina, la pista de tenis, los coches, los animales exóticos y los jardines por la cárcel, donde prepara la comparecencia que se celebra mañana ante un tribunal de la ciudad de Auckland, que fallará sobre la petición de libertad bajo fianza formulada por los representantes legales de los acusados.