Miguel Bosé

Úteros en alquiler por Paloma PEDRERO

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Con la llegada de los gemelitos de Miguel Bosé ha surgido la polémica, pero ya antes lo hicieron otros en secreto. Como siempre, la cuestión empieza muy lejos. ¿Quién pone el útero? Mujeres pobres de países pobres. ¿Quién lo alquila? Personas ricas de países ricos. Cuesta mucho dinero. Si el mundo fuese más equilibrado en cuanto a repartición de la riqueza esto no se daría y habría que buscar fórmulas justas para que las personas infértiles pudieran tener a sus hijos deseados. Estoy convencida de que los que luchan como fieras por lograr la fecundidad o adoptar o alquilar un vientre, no serán malos padres, ni madres. Yo he adoptado a mi hija y me costó años, burocracias infinitas, viajes a países lejanos, control de la ansiedad y desesperación. Y mucho dinero. También tuvimos que pasar por entrevistas psicológicas, trabajadoras sociales y visitas a casa. Tengo un dossier con más de cincuenta documentos que le enseñaré a mi hija cuando sea mayor. Mi hija ucraniana, mi hija del alma y del corazón, mi hija que, eso dice ella, poco a poco va siendo también de mi cuerpo. Conozco madres que después de venir con sus hijos adoptados se han quedado embarazadas. Ninguna, con la verdad en la mano, me ha dicho que era más profunda la experiencia de maternidad biológica que la de adopción. El problema es que vivimos en un mundo poco evolucionado emocional y espiritualmente, y todos queremos que las criaturas lleven nuestros genes como sea. ¿Por qué? ¿Son tan maravillosos nuestros genes? La única ventaja es que son conocidos. Nada más. Sin embargo creo que mientras haya un niño desamparado en el mundo, mientras criaturas nacidas en las peores circunstancias estén esperando padres en los orfanatos, no deberían prestarse úteros para nuevos nacimientos. Al contrario, habría que revisar leyes, conciertos con países; habría que mejorar el sistema para que pudieran tener niños adoptados los que más tienen y los que tienen menos. El ser humano necesita mucho más el amor que el dinero para poder crecer. Para la dicha.