Murcia

Señor escucha nuestras plegarias por José Manuel Lorca Planes

La Razón
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En la primera lectura de este domingo observamos cómo el profeta Eliseo le indica a un piadoso israelita lo que debe hacer con su ofrenda, veinte panes de cebada, de las primicias al Señor: «dáselos a la gente para que coman. Porque esto dice el Señor: ‘comerán y sobrará». El profeta le orienta hacia la dirección acertada, en la caridad está Dios. Pero aún es más contundente el texto del Evangelio cuando presenta una iniciativa de Jesús que solucionará la situación desesperada y sin salida de la gente, no tenían para comer y se saciaron. Dios no es una idea, sino alguien que está más cerca de nosotros, que nosotros mismos; alguien que escucha las plegarias de los que le invocan sinceramente: «Abres tu la mano, Señor, y sacias de favores a todo viviente».

No paséis de largo, no disimuléis vuestros sufrimientos y dadle la cara a Dios, habladle de vuestro dolor por la profunda crisis que venimos padeciendo, presentadle la preocupante tasa de desempleo que oscurece el futuro de adultos y jóvenes…, porque Dios escucha nuestras súplicas. Los Medios de Comunicación nos insisten todos los días en la gravedad de la crisis económica, pero se quedan cortos, porque es algo más que económica, ya que ésta ha sido causada por un desorden moral que la ha generado: la cultura del «pelotazo», la del enriquecimiento rápido y sin escrúpulos, la de estar por encima de las posibilidades, la proliferación de intereses personales o de grupo, las especulaciones, los escandalosos sueldos millonarios… ¿para qué abundar más en los motivos de esta tristeza? Prefiero centrarme en la esperanza que nos da la fe y la confianza en Dios. Valoro lo que está haciendo la Iglesia, tan cercana a los más necesitados, aunque sea con medios pobres; ahí está Caritas, como un ejemplo, y todos los voluntarios. En esta realidad se hace presente la escena del Evangelio, «¿Con qué compraremos panes para que coman estos?» Desde lo poco, Dios hace el milagro. La razón que mueve a la Iglesia no es otra sino esta: «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo» (G.S.,1). En el corazón de la Iglesia encuentra eco todo lo humano.

No se cual será la solución a este grave problema, no es esa mi competencia, ni pretendo entrar en un campo que no me corresponde. Mi tarea es señalar una vía libre para que puedan, creyentes o no creyentes y los responsables de la vida pública y económica, acercarse a Dios y pedir la Luz que necesitamos todos, porque la urgencia está, no sólo en el estado de las cosas, en la avalancha de los problemas, sino de lo que está en juego: la necesidad de alcanzar una auténtica fraternidad (cfr. Caritas in Veritate,20). Pido a Dios que se acierte en las decisiones, para que no sean sólo los que viven al día los que soporten las pesadas cargas de los recortes y sacrificios; que todos cumplamos las exigencias de la justicia, para no dar como ayuda de caridad lo que ya se debe por razón de la justicia.

A todos los que os mueva la fe, responded como cristianos, confiad en Dios y rezad con fuerza para que sea Él quien nos ayude a salir de este drama, siendo capaces de cambiar la mentalidad y teniendo el coraje para suprimir las causas de estos males, aunque sabemos que nos espera un tiempo de sacrificio.

Propongo a los sacerdotes que trabajéis por facilitar a los fieles las posibilidades de vigilias de oración ante el Santísimo Sacramento, que elevéis plegarias en la Oración de los fieles; que sigáis potenciando todas las iniciativas de caridad, a través de Caritas u otras instituciones, y que deis el protagonismo en la vida parroquial a la austeridad, sin más aventuras que lo necesario, dejando para otro momento los adornos. Por otra parte, conozco vuestra situación económica y no pretendo imponeros nada, aunque me consta vuestra generosidad, pero la situación es delicada y se oyen muchas voces de solidaridad. Nosotros, los sacerdotes, no podemos faltar a esta llamada, por eso os informo, que estará a vuestra disposición una cuenta, donde cada uno pueda ingresar lo que crea más conveniente para ayudar a las familias más necesitadas, por medio de Caritas.

Esta iniciativa queda abierta a todas las personas de buena voluntad.