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Por amor al arte por Marta Robles

La Razón
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Me gustaría que, de una vez por todas, las mujeres supieran que muchas de las clínicas abortistas y de los profesionales del aborto que las «acogen» con los brazos abiertos, no lo hacen por amor al arte, por compasión, por compresión o porque crean, más o menos, que están en su derecho de interrumpir el embarazo, sino por dinero.

El dolor, la terrible experiencia a la que llegan, normalmente sin querer y en medio de una enorme confusión tantas mujeres, para muchas personas supone una suculenta fuente de ingresos.
Es cierto que hay quien considera que la mujer debe decidir siempre (ojalá fueran las mujeres las que verdaderamente lo hicieran y no las circunstancias, las presiones y tantos elementos externos) y la ayuda cuanto puede a llevar a término tal decisión; pero son demasiados los que se ponen a analizar los abortos, supuesto a supuesto, y los que hacen balance de la cantidad de situaciones en las que habría que plantearse que un feto no llegara a ser un niño, única y exclusivamente porque les toca en el bolsillo.

Y el aborto es una experiencia tan traumática y terrible, tan sin vuelta atrás, que tal vez merece estar acotada. Yo no sé hasta dónde y hasta cuánto, pero sí creo que a las mujeres las puede ayudar saber que existen otras posibilidades además de la de abortar y entender que para el aborto son necesarios límites y responsabilidades.

Plantear un aborto libre, sin que medien valores ni sentimientos, sin que se midan las consecuencias y los derechos del nasciturus, a quien más acaba perjudicando, además de al finalmente no nacido es, sin duda y como siempre, a la propia mujer.