Moda

Au revoir Loulou

No era una musa al uso ni una maniquí limitada a vestir sus diseños. Por eso, Loulou de la Falaise no dudaba en mostrar su indignación cuando alguien la encasillaba en este término.

Yves Saint Laurent y Loulou de la Falaise en septiembre de 1969, en Inglaterra
Yves Saint Laurent y Loulou de la Falaise en septiembre de 1969, en Inglaterralarazon

Partícipe directa en la firma de Yves Saint Laurent, creativa incansable y mujer influyente en el restringido limbo de la «haute couture», fue realmente inspiradora para el modisto francés. Tal y como él mismo afirmaría, su unión con Loulou fue «un sueño». Su idilio profesional, que duró treinta años, comenzó en 1972, después de haberse conocido cuatro años antes durante un encuentro casual en París que facilitó un amigo común. Loulou de la Falaise se encargó del diseño de joyas y sombreros para Saint Laurent. Pero el «feeling» y la admiración que ambos se profesaban acabó elevando su relación a un plano poético. El propio modisto comentaba sobre ella: «Su verdadero talento, más allá de sus cualidades profesionales incontestables, es el encanto. Particular. Emocionante. El extraño poder del don de la ligereza, mezclado con la intensidad irreprochable de su mirada sobre la moda». Su relación era tan intensa que ayer, el comunicado del fallecimiento de la diseñadora se hizo a través la Fundación Pierre Bergé-Yves Saint Laurent. En el texto, además de explicar que Loulou de la Falaise padecía una «larga enfermedad», lamentaban su pérdida y expresaron la «inmensa tristeza» que les invadió al conocer la noticia.

La nuera de Balthus
De origen inglés, Loulou de la Falaise nació el 4 de mayo de 1948 en Inglaterra, pero el divorcio de sus padres pronto la precipitaría a la vida recluída en los internados. Aquella infancia encorsetada avivaría su carácter díscolo y revolucionario. De la diseñadora se decía que poseía la pasión por el color y la virtud de la excentricidad. «Lo importante es inventar», aseguraba esta creativa insaciable y, por eso, no dudaba en dejar que, en demasiadas ocasiones, su amor por la originalidad la llevase por los derroteros de la osadía. En 1977, en la que sería su segunda boda, se casó con Thaddeus Klossowski, hijo del pintor Balthus.
Vestida con el exotismo de Oriente combinó sus joyas con el traje que Yves Saint Laurent había hecho para ella. De su unión con Klossowski nació en 1986 su hija, Anna y, una vez más, allí estaría el modisto francés para convertirse en el padrino de la niña. No fue hasta 2002 cuando este tándem creativo se separó: Saint Laurent dio el último pespunte a su carrera y Loulou lanzó su propia firma de joyas. Como ella misma diría en una entrevista:«Los accesorios tienen un papel importante en nuestras estresantes vidas. Si vas a cenar y no tienes tiempo de cambiarte, puedes ponerte una joya».

 

Sofisticación «hippie»
Siempre quiso dejar constancia de que era una trabajadora incansable y no una simple percha. Ella misma explicaría en alguna ocasión que lo que había seducido a Ives Saint Laurent de su estilo era su sofisticación «hippie». Esa mezcla casi contradictoria que supo plasmar en sus joyas (en la imagen), en las que combinaba el colorido con la sobriedad de las formas.