Luxemburgo

Pellegrini: el tercer hombre

El tercer hombre
El tercer hombrelarazon

En el trabajo, Manuel Pellegrini es una persona seria, reservada y tranquila. Fuera de él, en sala de prensa –pues fuera apenas ha hablado (y ya se sabe que el lujo de no conceder entrevistas, hoy por hoy, sólo se le perdona a Guardiola), lo que produce un dolor de higadillos a los medios de comunicación– es dialogante y elegante hasta el extremo. El chileno ha tenido que hacer de tripas corazón para no entrar al trapo los cientos y cientos de veces que se ha pedido mediáticamente que lo echaran. Pero él, en lugar de descalificar al mensajero de a pie de la Ciudad Deportiva, como hacían Capello o Schuster, o enfurruñarse, como Juande o López Caro, o agriarse, como Toshack o Luxemburgo, no ha levantado la voz. Con una educación próxima a la de Queiroz, ha capeado el temporal.Para hacerse una idea, si Toshack dejó para la memoria los «cerdos volando» sobre el Bernabéu o «los pollos sin cabeza» y Luxemburgo, «el junco que se dobla», la frase que quedará de Pellegrini será: «Prefiero pensar lo que digo, a decir lo que pienso». Pero todo tiene un límite y, aunque de forma somera y controlada, Pellegrini dio la víspera del que podría ser su último partido con el Real Madrid todos los titulares que no había dado durante el año, y eso también produce hurticaria en los medios, como el que no compadree con los grandes gerifaltes de la comunicación ni coja a nadie el teléfono para darle información. Y eso, en parte, como que su presidente, Florentino Pérez, nunca haya respondido a las portadas que imploraban por que Mourinho entrenase al Madrid (como recriminó el pasado sábado), le ha condenado.Desde el principio, Pellegrini no lo tuvo fácil. Llegó con el cartel de ser la tercera opción del club para dirigir el banquillo del Bernabéu y ha pagado el pato de que Wenger y Ancelotti le dieran una nueva negativa a Florentino Pérez. Una losa que se le sacó a relucir desde el minuto cero, el día de su presentación, y a la que dio poca importancia. Con estas palabras, pensó que zanjaría la cuestión: «Habría que ser muy soberbio para pensar que sólo existía una opción. No me interesa el lugar que haya ocupado en la lista de Florentino porque lo importante es haber sido elegido». Pero la pregunta no era para ofenderle sino para hacerle ver que en cuanto fueran mal dadas, las altas esferas del club echarían de menos a otros.En lo futbolístico, Pellegrini siempre ha apostado en sus equipos por el buen trato del balón y por un sistema 4-4-2. Prima en su idea de fútbol la inspiración de sus futbolistas y no la importancia de lo táctico. Así, la verticalidad de sus jugadores le ha llevado a tener el balón menos de lo que él quisiera, o a que le achaquen poco juego por las bandas. Cierto es que no ha deleitado su juego, aunque mejora el de las últimas temporadas, que la debacle en Copa y Liga de Campeones es difícilmente digerible en un club con prisas por hacer en un año lo que en tres, pero también que sus cifras en Liga y en goles son desorbitadas, y que son muchas las voces que, cansadas de tanto avatar, piden la continuidad del proyecto de Pellegrini.