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Abejas y tormenta por Antonio PÉREZ HENARES

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La tarde era de azules lavados y nubes volanderas. Una desplegó de repente alas de paloma sombría sobre la tierra y desató un violento aguacero que sorprendió a la abejas que libaban. Vi cómo la cortina de agua alcanzaba a sus escuadrillas cuando intentaban regresar y cómo muchas eran derribadas ya junto a la rejilla que les da acceso a sus panales bajo mi cabaña. Los insectos intentaban un rápido aterrizaje en la minúscula repisa, pero eran derribados por un auténtico bombardeo de gruesas y frías gotas que por momentos se convirtieron en una verdadera cortina de agua. Tan rápidamente como llegó, el duro algarazo pasó de largo. De hecho cuando aún dejaba caer sus últimos ramales de lluvia, el sol volvía a brillar. Bajé del porche a ver sus efectos en las abejas alcanzadas. Muchas estaban en el suelo, debajo justo de tronera de entrada a su hogar. Sus cuerpecillos apenas se movían y observé que el suelo de lascas de piedra estaba teñido de amarillo. Era el polen que las obreras transportaban y que el agua había desprendido con sus impactos.


El sol no tardó en secar el suelo y las abejas, poco a poco, comenzaron a revivir. Al principio se mantuvieron quietas, aguardaron a que el sol se llevara la humedad del suelo y de sus alas. Buscaron luego alguna mínima elevación y allí comenzaron a desplegar su alas. Otras habían ya ascendido por la pared hasta la entrada de la colmena y llegadas a ella, se quedaban todavía allí recuperándose. Les llevó a todas su tiempo, pero cuando media hora más tarde volví a salir la colmena había recuperado su ajetreo normal. Ya no había ni una sola de las aviadoras derribada y tan sólo quedaba justo en la bocana una última rezagada que se atusaba las alas. El resto ya estaba en sus afanes. Salían de una en una y a veces así volvían, aunque otras lo hacían en pequeñas escuadrillas y hasta encuadradas en algún nutrido escuadrón con su carga de polen en las patitas. Como único recuerdo de lo sucedido: el trozo bajo la entrada salpicado de amarillo, como resto del pasado naufragio.