Parlamento vasco
El demócrata Urkullu
El Tribunal Supremo ha rechazado las listas de «Bildu» por considerarlas diáfanamente contaminadas por Batasuna y ETA. En vista de ello, el PNV, por voz de su cabeza visible, Iñigo Urkullu, ha retirado su apoyo parlamentario al Gobierno. No entiendo la reacción de los nacionalistas vascos. Ejemplo de mayo.
Yo deseo asistir a la boda de Mario Longanizas y Maripi Molldesús. A última hora la ceremonia nupcial se suspende porque la familia de Maripi Molldesús ha sabido que Mario Longanizas es un fresco, y está casado. En vista de ello, retiro todo mi apoyo a la Banda Municipal de Denia, que nada tiene que ver ni con Mario ni con Maripi. Urkullu parece ignorar que el sistema democrático se sustenta, fundamentalmente, en la independencia de los tres poderes, el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Hay que leer más a Montesquieu y menos a Sabino Arana. Si Urkullu y su partido se sienten ofendidos, heridos o simplemente enfadados porque «Bildu» haya sido rechazada por el Tribunal Supremo, lo lógico es que el PNV retire su apoyo al Tribunal Supremo, que es independiente de los acuerdos políticos que ha podido alcanzar el PNV con el Gobierno. Sucede que al Tribunal Supremo le importa un pirulí de la Habana el contar, o no, con el apoyo de los nacionalistas vascos.
Resulta chocante esa obsesión del nacionalismo vasco, derechón y beatorro desde su fundación, por cuidar y mimar a Batasuna y lo que Batasuna representa. La ETA, nada más y nada menos. Durante los últimos años de Gobierno nacionalista en los territorios vascongados, la «Ertzaintza» –cumpliendo órdenes del consejero del Interior vasco, un tal Balza–, no detuvo a ningún terrorista. La famosa reflexión sabiniana de Arzallus «unos menean el árbol y otros recogemos las nueces», adquiere en los actuales momentos altas cotas de dramatismo. Con la ETA y Batasuna fuera de las instituciones democráticas y faltas de recursos económicos, el árbol no se menea y el PNV no puede recoger las nueces. Las nueces son las víctimas de la ETA, por si alguien todavía se mueve por ahí un tanto despistado. Para el PNV, los terroristas etarras son unos chicos un tanto traviesos que hay que cobijar en nombre de Tubal. «In video veritas», así lo manifestó Arzallus en el gran trabajo sobre la transición de Victoria Prego. «Los etarras no son terroristas.
Son patriotas». Al PNV le preocupa que el fin de la ETA sea mediante la derrota ante el Estado de Derecho. Sus dirigentes no digieren el mal plato de una ETA derrotada. Buscan un final «negociado» –¿Qué se puede negociar?–, una amnistía general y el mantenimiento de todos los imposibles por los que la ETA ha asesinado a mil inocentes en los últimos cuarenta años. Y eso está muy mal, señor Urkullu, entre otras cosas porque asesinar, además de un delito, es pecado, y a un partido político como el suyo, el pecado habría de hacerles meditar, por muy traviesos chicuelos vascos que hayan sido los pecadores. El Gobierno –parece mentira, pero en este caso ni pincha ni corta–, no puede ordenar al Tribunal Supremo que cumpla a rajatabla con los pactos a los que ustedes han llegado de espaldas a la sociedad. El Poder Judicial, como usted tiene la obligación de saber, es independiente del Poder Ejecutivo. De ahí que se nos antoje extraña a muchos la extravagancia de su reacción. No retire el saludo al Gobierno, sino a los magistrados del Supremo. O en su defecto, a la Banda Municipal de Denia por lo de Mario y Maripi.
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