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«El Ejército integrará a gadafistas y rebeldes»

En un vetusto avión de la época soviética, la cúpula militar rebelde se trasladó ayer de Bengasi a Trípoli para empezar a organizar el nuevo Ejército de la Libia post Gadafi, que incluirá a los soldados profesionales desertores y a los combatientes voluntarios. LA RAZÓN acompañó a los mandos militares en su viaje desde la capital rebelde a Zintan, en las montañas de Nafusa, la única ruta segura para los vuelos que desde la caída de Trípoli están trasladando de forma discreta a los dirigentes políticos y uniformados hacia la capital libia.

 
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El Gobierno revolucionario no moverá su sede de forma oficial a Trípoli hasta que todo el país haya sido liberado. Es decir, hasta que Gadafi haya sido capturado y su régimen liquidado, según dijo una fuente del Consejo Nacional Transitorio a este periódico.

Pero el gabinete ejecutivo del CNT, incluido su ministro de Defensa y jefe de las Fuerzas Armadas, Suleiman Mahmud, ya se encuentra en la capital. El número dos de Mahmud, el coronel Ali al Abduly, explicó a este periódico en su viaje hacia Trípoli que su cometido ahora es reorganizar el Ejército: «Primero vamos a llamar a todos los soldados del régimen, los vamos a entrenar y a reformar, sobre todo para que sean leales a la revolución».

Los rebeldes, esos miles de jóvenes que han luchado de forma improvisada y apasionada estos seis meses, también serán integrados en las nuevas Fuerzas Armadas y de seguridad. «Ellos son la chispa de esta revolución» y «todos estarán bajo el paraguas del Ejército de la Libia libre», dijo el coronel Abduly.

Esa chispa es, quizá, la que hizo que pudiera volar el viejo aparato destartalado que ayer llevó a los encargados de esta tarea complicadísima de Bengasi a Misrata, para repostar, y a Zintan, y finalmente rumbo a Trípoli por carretera. Allí empezarán a confeccionar listas de soldados profesionales –así como de las armas de que disponen– y de los muertos y heridos en la batalla por la capital.

En el avión también viajaron soldados de varios cuerpos del Ejército, con desgastados uniformes y escaso equipamiento, que se sumarán a los refuerzos que han ido llegando a la capital en los pasados días: restablecer el orden y la seguridad es una prioridad, explicó a LA RAZÓN Abdalá Mustafa, un militar que desertó desde el primer día de la revuelta y fue de los primeros jóvenes en manifestarse en Bengasi contra ese régimen que mantenía a sus propios soldados muertos de hambre y marginados.

Un Ejército marginado
Gadafi disponía de sus batallones privados, al mando de sus hijos, mientras que el Ejército nacional no contaba con medios ni poder, especialmente en la Cirenaica. Ahmad Ibrahim, un policía de 30 años, relató a este periódico que estuvo 10 años custodiando una planta petrolífera en medio del desierto y se encontró después sin dinero para casarse o tener una vida digna, «por ello nosotros, los uniformados, fuimos los primeros en rebelarnos». Ibrahim ha estado luchando en el frente desde el principio y ahora quiere ir a Trípoli para aportar su granito de arena a esta revolución que, asegura, ha sido un milagro: «En cada momento difícil y en cada obstáculo, Dios ha estado con nosotros. ¡Si no, no sé cómo lo habríamos conseguido!».

Pone como ejemplo la muerte del ex ministro de Defensa, Abdel Fatah Yunes, asesinado probablemente a manos de sus propios hombres por venganza o por sospecha de que éste estuviera colaborando con el régimen. El incidente, que constituyó la primera gran crisis política del CNT, ocurrió a finales de julio, poco antes de la toma de Trípoli.

Aunque el crimen aún no haya sido aclarado, el CNT ha sabido superar la crisis rápidamente y sin que ésta afecte a este momento crucial en el que se decidirá la victoria definitiva.


No habrá extradición
El ministro principal de Escocia, Alex Salmond, dijo ayer que nunca se planteó solicitar la extradición del libio Abdel al-Megrahi, enfermo de un cáncer terminal. Salmond calificó de «ridículo» pensar que el responsable del atentado de Lockerbie –en el que murieron 270 personas– no es un enfermo terminal.