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Jerez de la Frontera

El misterio del padre Coloma por Francisco NIEVA

«Pequeñeces», con Aurora Bautista
«Pequeñeces», con Aurora Bautistalarazon

El padre Coloma ¡Ay! Entre tantos novelistas españoles de ideología liberal, a finales del siglo XIX, el neo-catolicismo español produce una novela que, en mi adolescencia franquista no me recomendaban mis maestros, sino mucha gente del común. –«¿Es que todavía no has leído "Pequeñeces"? Es una novela preciosa». Ya, ya. Antes de leerla, vi la película interpretada por Aurora Bautista –una actriz con gran carisma, como hoy Nuria Espert –y dirigida por Juan de Orduña, en donde la productora echó la casa por la ventana, compitiendo con el más rimbombante cine americano. Nos iba la honra en demostrarlo. Y a decir verdad, la película estaba bien: guión, decorados, ambientación, interpretación, ritmo, montaje… Para la época, aquello tenía calidad y, para cualquier espectador corriente, su argumento resultaba conmovedor. No tuve más remedio que leer «Pequeñeces», para ver cuál era el misterio del padre Coloma.

Algunos grandes escritores católicos había dado Francia, que causaron admiración: entre ellos, un auténtico genio, con alma de «chuan», llamado Barbey d'Aurevilly, de cuyas obras el cine francés hizo algunas películas memorables. Lo que pudiéramos llamar la izquierda liberal en la Francia de su tiempo, se quedó estupefacta – o epaté– ante la violencia, la valentía, la originalidad y la fuerza expresiva de aquella «carroza conservadora», que posaba de dandy y de «Lyon». Tal fue la influencia de Barbey en su tiempo, que nuestro venerado Valle-Inclán –también carlista y de derechas entonces– se inspiró en «Le rideau cramoisi», del francés, uno de los relatos – el primero– que forma parte de «Las diabólicas», para su «Sonata de otoño». Pudiéramos tildarla de «versión española» y no de plagio, en vista de la extrema calidad del «repetidor».

Esto ha venido a propósito del padre Coloma, jesuita listísimo y bien informado que, en la España de la Restauración, fue un indiscutible «best-seller». Como quiera que fuese, los tres años que pasó en Francia, ejerciendo su noviciado en la Compañía de Jesús, le pusieron muy al corriente de aquella revolución literaria, cristiana y borbónica. Digamos, para consuelo de «católicos y sentimentales» que, por etapas, el catolicismo se pone de moda y se convierte en suma de «lo chic»: «También nosotros tenemos escritores cristianos atrevidos, modernos y críticos, como la más ilustrada Francia del siglo», pudieron decirse los neo-católicos aborígenes, como más tarde se dijo durante la etapa franquista. «Pequeñeces» competía con «La Regenta» y con «Fortunata y Jacinta». Esto son ganas de sacar las cosas de quicio.

Lo cierto es que la obra de Coloma acaparó a un público muy vasto y auténticos devotos literarios. Y como ya he dicho antes, en tanto que adolescente cinéfilo en tiempos de Franco, me tocó ver otra producción rimbombante de «Jeromín», la novela histórica de Coloma, esta dirigida por Luis Lucia, con algo menos de sofisticación que «Pequeñeces». Pero señal de la popularidad y el prestigio adquirido por el cura de Jerez de la Frontera.

Don Juan Valera, en una de sus cartas a Menéndez Pelayo, le pide su opinión sobre ese jesuita, que arrastra la sotana por los salones de alta sociedad, que cuenta con un coro de señoras que se confiesan con él. Un individuo muy avispado, que parece aleccionado por Baltasar Gracián, que figura en grandes recepciones y tertulias mundanas y ha publicado aquella novela, que arrasaba, con entusiastas y escandalizados comentarios. Luego, Valera, hizo un comentario crítico destructor y desmitificador del insigne «best-seller», del que no se sabe, a fin de cuentas, si es novela, sátira o sermón. Los remordimientos atroces de la alta sociedad le inspiraron su «Pequeñeces», que para un espíritu imparcial, no deja de tener su aquel. ¡El muy pillo! Su Currita Albornoz pudiera ser una de aquellas que formaban parte del vasto coro de señoras y señoritas con polisón. El escándalo estaba servido. Esta vez, al estilo francés. La derecha conservadora pudo decirse: «Nosotros también tenemos nuestros escándalos, pero estos son del más alto nivel».