Rabat

Viaje a Rabat

La Razón
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La reciente visita a Marruecos del presidente del Gobierno, de una duración de poco más de siete horas, expresa la defensa de los intereses de nuestro país en las relaciones con nuestro vecino. Debe ser calificada como una visita de «atmósfera» y de «aproximación» porque no ha sido el momento para abordar, con intensidad, todos aquellos aspectos de las relaciones mutuas en los que hay que establecer marcos de cooperación permanentes entre España y Marruecos. Es muy bueno, sin embargo, que, desde el principio, se hayan decidido recuperar las Cumbres hispano-marroquíes que se encontraban suspendidas. Esto supondrá la normalización de las relaciones bilaterales y ahí se podrán encauzar y señalar los lineamientos de las numerosas cuestiones pendientes. Los acuerdos de pesca, teniendo en cuenta las decisiones que se adopten por la UE, y las múltiples dimensiones de la inmigración van a recibir, con toda seguridad, soluciones técnicas y políticas que no van a suponer el enrarecimiento de las relaciones y se plantearán, como debe ser, en términos de consecución de los logros más favorables que se pueda por cada uno de los dos Estados. Tampoco la colaboración en la lucha contra el terrorismo generará profundas discrepancias, y hay que valorar como positiva la actitud que mantuvo el jefe del Ejecutivo marroquí, Benkiran, en relación con la visita de Rajoy porque anuncia que se camina en esa dirección. Ambos estados precisan reforzar su colaboración en este campo y habría que profundizar aún más en los componentes de la cooperación judicial y policial. Pero siempre quedarán pendientes aquellos temas que más afectan a las cuestiones de estado. No se puede pensar que Marruecos renuncie a reivindicar la marroquinidad de Ceuta y Melilla pero estoy seguro de que España defenderá, sin fisuras, la españolidad de estas dos ciudades autónomas. Nadie debe dudar de la soberanía española en Ceuta y Melilla que es conforme con el Derecho Internacional. Lo más difícil será, quizá, mantener una postura que, en el marco de las buenas relaciones que necesariamente hay que tener con Marruecos, proyecte con nitidez la política española en torno a la cuestión del Sáhara. Se precisa de una posición común de los partidos con representación parlamentaria en España que agrupe, al menos, a la mayor parte de ellos. La resolución del conflicto saharaui no es una cuestión de Gobierno, es una cuestión de Estado y, sobre todo, de coherencia en la política exterior que tantos beneficios aporta a quienes la practican. España tiene una responsabilidad histórica en relación con el Sáhara y debe ser protagonista en las soluciones a las que finalmente se llegue. Las decisiones deben estar en consonancia con la posición de Naciones Unidas y en las gestiones que realice esta organización internacional, España debe ser artífice y no debe estar ausente. La visita a Rabat debe ser el comienzo.