
Fórmula 1
El caso CDC

A perro flaco, todo son pulgas. Esto debe de estar pensando Artur Mas después de vivir una nueva semana «horribilis». El presidente ganó las elecciones erigido en la solución a todos los problemas. De momento, todos los problemas siguen sin solución. Todavía peor; los anuncios del gobierno ponen los pelos de punta. Vamos a tener menos profesores, menos hospitales, más listas de espera, menos recursos para los más desfavorecidos, menos inversiones, más anuncios de empresas que cierran sus puertas y más parados porque la Generalitat adelgazará sus plantillas. Sólo una alegría, y para pocos: un 6% de los catalanes dejarán de pagar el impuesto de sucesiones. O sea, menos dinero para las arcas públicas. Y dinero, precisamente, no es sobra.
Con este galimatías, Mas inició la semana pasada con mal pie. Un error en el currículum de la vicepresidenta Ortega se convirtió en la gran estrella del ruedo político. Ni la crisis, ni Libia, ni Japón preocupaban. Un error infantil, muy menor, se convirtió en un rifirrafe. Durante toda la semana, los platos volaban de un lado a otro. Me temo que la cosa no quedará aquí. Duran defendió a su correligionaria y acabó acusado de corrupción y escándalos sexuales por un ex notario ahora diputado independentista. Éste, abochornado, se retractó, pero el daño estaba hecho. El debate empezó en el lodo y acabó en el estercolero.
No fue todo. La mala semana de Mas se redondeó con la aparición del caso CDC. El ex tesorero del partido quedó imputado por el presunto desvío de comisiones de Ferrovial al partido nacionalista con el Palau de la Música como pantalla. El oasis nacionalista supura por todos los puntos. No duden, con este nivelazo, continuará…
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