Londres

Caperucita feroz

Catherine Hardwicke, la directora de «Crepúsculo», vuelve a las historias oscuras con esta atípica revisión del cuento infantil. En ella, Syfried encarna a la protagonista, una Caperucita «dura, sexy, divertida y vulnerable», dice la cineasta.

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Caperucita Roja ha dejado de ser un cuento infantil. La historia de la niña con capa se carga ahora de sensualidad, intriga, pasión y misterio. El lobo no es el que da miedo, sino la inseguridad de no saber en quién confiar. Todo lo que la rodea es sospechoso. ¿Sus amigos lo son? ¿Su amor es realmente la persona que le conviene o la que puede acabar con ella? Tan sólo hay un factor que se mantiene intacto: los cabellos dorados de la protagonista.

Después de lucir su larga melena en «Mamma Mia» y «Cartas a Juliet», Amanda Seyfried se pasa ahora al lado oscuro de la mano de Catherine Hardwicke, la famosa directora de «Crespúsculo». De hecho, hay muchos detalles vampirescos en esta nueva versión del relato. Quizá demasiados para según qué críticos, pero lo cierto es que juegan como reclamo perfecto para los fieles seguidores de la saga de Stephenie Meyer: La niebla, el bosque, la aldea donde viven los personajes...

Tensión sexual
«Era un gran reto para mí», comenta Seyfried durante la presentación de la cinta en Londres. «Siempre había querido hacer una película de época y ésta superó mis expectativas». Aunque la mayoría de los mortales conocen el título que Charles Perrault puso en 1697 a su cuento de hadas, la versión que ha inspirado la película es la que luego ofrecieron los hermanos Grimm: «Nos movemos más en la línea de la tensión sexual, la sospecha y el terror como telón de fondo», matiza. Y es que, para los productores –entre los que se encuentra Leonardo Di Caprio, otro detalle que asegurará el éxito en taquilla–, la obra se puede interpretar de muchas maneras y ofrece sorpresas si uno la lee en la etapa más adulta.

El hecho de que una joven virgen, de mirada angelical, esté sola en un bosque y entable conversación con una criatura feroz abre un mundo de posibilidades. «Hay mucho de simbolismo erótico que durante años se había extraído de la historia. Ahora digamos que lo hemos vuelto a incluir, pero a nuestra manera», comenta Seyfried mientras se atusa su larga melena.

La intérprete forma un triángulo amoroso con Shiloh Fernández, que da vida al leñador del que Caperucita siempre ha estado enamorada, y Max Irons, que es el apuesto rico de la aldea con el que sus padres quieren casarla. El apellido de este último también aporta interés al cartel. El chico, de 26 años, es hijo de Jeremy Irons y Sinéad Cusack («V de Vendetta»). Siempre se había sentido más a gusto en los escenarios –recibió una nominación al prestigioso premio Ian Charleson Award por su interpretación en Wallenstein de Friedrich Schiller en el Chichester Festival Theatre–, pero cuando se enteró del proyecto no dudó en presentarse a las pruebas: «Fueron muy duras y hasta el último momento no supe qué personaje iba a hacer», dice Irons, quien asegura que su linaje le ha abierto puertas, aunque «si no haces bien tu trabajo, no van a llamarte más».

Desde el primer momento, Seyfried se sintió cómoda con sus compañeros de reparto. Y aunque el papel que encarna pueda hacer pensar al público que las escenas de sexo no supusieron ningún hándicap, confiesa un secreto sobre este tema. Durante su infancia tuvo una educación estricta, por lo que desarrolló una actitud nerviosa frente a los chicos y las relaciones con ellos. «Crecí en un pueblecito cerrado con el tema del sexo y durante mi adolescencia la idea de acostarme con alguien me daba miedo. Para mis amigas besar a chicos era tabú y eso hizo que mi actitud hacia el sexo fuera negativa».

Los temores no llegaron a desaparecer del todo hasta que rodó «Chloe», una película en la que hacía de una seductora que trata de romper un matrimonio. El trabajo logró liberarla de «un montón de conflictos». Es más, la directora tuvo desde el principio claro que ella debía ser Caperucita: «Desde el primer momento en que vi a Amanda supe que era especial», afirma Hardwicke. «Tenía todo lo que necesitábamos para el personaje, especialmente porque nuestra Caperucita no es la clásica damisela en apuros. Amanda es dura, sexy, divertida y vulnerable: lo tiene todo. Y su aspecto físico es como sacado de un cuento de hadas. Es etérea y tiene unos ojos asombrosos a los que uno no se puede resistir».

La realizadora asegura que en cuanto leyó el guión se entusiasmó con el proyecto porque transcurría en un mundo de fantasía, pero tenía un lado oscuro. «Se trataba de un thriller con giros inesperados además de una irresistible historia de amor, que también me sorprendió en varias ocasiones. Me enganchó a medida que la cosa se complicaba y conforme se iban revelando más secretos y mentiras». Para la cineasta, una de las razones por la que los cuentos como éste han perdurado tanto en el tiempo es porque «Retratan la envidia y el miedo y nos permiten tratar estos temas de forma visceral». Lo que está claro es que, como dice Seyfried, «lo sobrenatural inspira».

El detalle: Tres no son multitud
Ni el tiempo desapacible y húmedo de Londres echó para atrás a Amada Seyfried, que presentó hace unos días la cinta en un cine de Leicester Square, con un carmín de labios rojo fuego, un vestido cortito y muy escotado. La flanqueaban los dos actores por los que se debate en «Caperucita roja», Siloh Fernández(dcha.) y Max Irons (izda.), con una presencia que recuerda (sobre todo en los ojos) a su padre Jeremy. Los tres se divirtieron mucho.

Lecturas de un cuento eterno
Quién iba a decirle a Perrault que el cuento que escribió en 1697 (inspirado en una narración oral) iba a dar tanto de sí. La niña que se topaba en el bosque con un lobo e iba envuelta en una capotita de color rojo ha sido profusamente carne de estudio y material cinematográfico. Que se lo digan si no a Neil Jordan, director de «En compañía de lobos» (1984) que oscurecía el relato primitivo hasta darle tintes negros e igualmente eróticos.

El mundo de la publicidad no ha sido ajeno tampoco a la niña de la cestita con la merienda para su abuelita y la ha convertido en un icono de femineidad al envolver a la jovencita en lánguidos vestidos blancos, como los que presenta el fotógrafo Eugenio Recuenco (arriba), que dejó a los lobos ejercer como guardaespaldas de la protagonista. Juego ha dado tambien en anuncios de ropa interior (para la firma, por ejemplo, Vicky Form), con esculturales modelos en lencería. Y pintores como Fleury François Richard, que cuelga en el Louvre su recreación de la cándida niña.