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La Razón
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Salir al Santiago Bernabéu a defenderse es condenarse a muerte. Plantar cara, también. No es fácil la solución. Los entrenadores no deben acudir con pánico como sucedió al Racing y tampoco con pretensiones. Es aquello de ni blanco ni negro, sino todo lo contrario. Al Real Madrid no se le puede conceder terreno porque encontrará el balón del gol. Abrir espacios buscando jugadas de ataque, tampoco. Dicho esto parece que no existe posibilidad alguna de derrotar al Madrid lo que es tanto como borrar del fútbol la sorpresa.
No había pronósticos que concedieran al Atlético de Madrid posibilidades de triunfo y en menos de veinte minutos hubo sentencia. El primer gol llegó con la aparición inesperada de Carvalho. El portugués llegó de la mano de José Mourinho, quien también contó con él en Oporto y Chelsea. Tiene 32 años y no es jugador contratado pensando en el futuro, pero es gran acierto. No llegó pisando alfombra roja y no suele aparecer entre los grandes protagonistas. Sin embargo, no comete fallos escandalosos, como le sucede a Pepe alguna vez. Suele aparecer al corte en el momento oportuno y ante la portería contraria ya ha hecho dos dianas. Anoche, cuando batió a De Gea, encarriló el partido. Acabó con la resistencia atlética para el resto del partido. Su tanto fue importante porque el Atlético empezó a creer en lo de Rafael El Guerra. «Lo que no ‘‘pue'' ser no ‘‘pue'' ser y además es imposible».
Lo que sucedió a continuación en Chamartín estaba escrito. Excepto la mala colocación de la barrera que sirvió para el sorprendente tanto de Özil. En la segunda parte mejoró el Atlético, pero insuficientemente.