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Lorca

El silencio qué miedo

No será la madre tierra, el movimiento de unas placas tectónicas, que además sólo atienden a las leyes de la geología, la que impida que la causa de Euskal Herria pare ni un solo minuto; menos, un día entero.

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Sería insoportable y haría feliz a tanta gente que sólo se conforma con oír cualquier ruido cotidiano – el insoportable croar de los claxon en un atasco, sin ir más lejos–, y, sin ponernos trascendentes, hasta el silencio, antes que esa letanía de leyendas y cuentos de terror. Aralar, partido que lucha por las buenas por la independencia de la sagrada tierra de Aitor, decidió ayer seguir haciendo campaña, y que tiemble la tierra donde quiera, quiera o no quiera la tectónica de placas. Después de todo, entre Basauri y Lorca hay más de 800 kilómetros de distancia, que en la concepción política de los «abertzales» es un mundo, un universo de distancia. Luego están las distancias que marcan el corazón, pero ése es otro asunto. O el asunto. Qué tendrían que explicar para no cumplir el duelo. Ayer no hubo campaña electoral. Fue un gesto de respeto y consideración hacia los ciudadanos de Lorca. No pasó nada, incluso se agradece. El silencio es emocionante y hiere de verdad, más que miles de voces gritando juntas, sin duda más amenazador.