Teatro

Artistas

Aviso para el público

Si como está previsto va a aumentar considerablemente la diferencia entre pobres y ricos, en la misma medida va a aumentar la diferencia entre intelectuales e ignorantes, que no tendrán otro abrevadero cultural que internet. Esto tendría repercusión en todo, ya la tiene en el del espectáculo. Estoy cualificado para denunciarlo.

La Razón
La RazónLa Razón

Figúrense que son ustedes jóvenes, que cursan estudios superiores, humanidades, filosofía y letras… indudablemente tendrán que ser informados de la existencia de una rama de la literatura amparada por la musa Talía, el Teatro. Sabrán de sus orígenes, de la tragedia y la comedia antiguas, de su evolución a través del tiempo y de los grandes dramaturgos que han jalonado su historia.

Supongan también que, por su edad, no han podido ver mucho teatro, pero esos estudios le han hecho saber que existen Marlowe, Sheridan, Vélez de Guevara, Corneille, Schiller, Goldoni, Chejov, Strindberg… (Cito a voleo ). Y que, si se ofrece la ocasión, pueden asistir, en la actualidad, a la representación de algunos de estos clásicos. Como buenos estudiantes, se han hecho una idea por la lectura de lo que van a ver. Y puede ser que, antes de acudir al teatro, hagan un repaso del texto. Es decir, que acuden al teatro mejor informados que una mayoría.

Y supongamos que esto sucede en España, en Madrid y ahora. Y aquello que se espera ver –¡el pobre chico o chica!– resulta que es algo muy diferente. Se ha cambiado la época, se ha cambiado el orden de las escenas y, lo peor de todo, se ha cambiado el texto. De pronto, se escuchan unas cosas que jamás se le ocurrieron al autor, cosas intencionadas para el espectador de hoy. Y bien pudiera ser que la mayoría del público saliera muy complacida, menos usted, que se ha llevado una desilusión y le han dado gato por liebre.

Cuando ello es tan general, algunas personas medianamente cultas pensarán que tales demasías no son buenas transmisoras de la cultura, sino oportunismo comercial, destinado a una galería, sospechosa y extraña, de ignorantes, conformistas y esnobs. Un teatro «guisado aparte» por una profesión corrompida, que desprecia la literatura dramática, que busca el aplauso fácil. Y esto es casi general. Aunque, naturalmente, hay excepciones.

Así que ya no nos es posible ver algo que pareciese dirigido por Stanislawsky, por Meyerhold, Gastón Bati o Max Reinhardt, maestros de la moderna dirección de escena. Pero si la crisis afecta a todo el mundo y en tantos aspectos, los que estamos «indignados» tenemos voz y la tendremos más todavía, tanto para que se refunde la Banca como para la restauración de una cultura pública que no la arruine en mero negocio –el ladrillazo estafador– del teatro.