Santo Domingo

La Armada que pudo haber tomado Inglaterra

Mucho salió mal en el más célebre desastre naval del Imperio español. Pero no faltó valor, y un desembarco habría cambiado la historia. Lo cuenta en un libro clave Geoffrey Parker

Experto en Felipe II. Geoffrey Parker, ayer en el Museo Naval de Madrid, ante una réplica de un barco español
Experto en Felipe II. Geoffrey Parker, ayer en el Museo Naval de Madrid, ante una réplica de un barco españollarazon

MADRID-A mediados de septiembre de 1588, frente a las costas de Escocia e Irlanda, los restos de la Gran Armada –la Invencible, como la apodó el enemigo–, dispersada tras una fallida invasión de Inglaterra, combatía con los temporales para no hundirse –muchos barcos no lo lograron– en su regreso a casa. ¿Qué había salido mal en la más ambiciosa operación naval del imperio español? Un conocido ensayo histórico dio respuesta a ésta y otras preguntas en 1988. Escrito a cuatro manos por el prestigioso hispanista Geoffrey Parker y el conocido arqueólogo submarino Colin Martin, «La gran armada» (Editorial Planeta) se reedita ahora, dos décadas después, con el doble de páginas, en las que se recogen nuevas pruebas y documentos inéditos. Parker explica a LA RAZÓN sus conclusiones sobre aquel episodio.

-Parece, a tenor de su libro, que la falta de comunicación entre el duque de Medina Sidonia, que comandaba la Armada, y el duque de Parma, Alejandro Farnesio, a quien debía recoger en Flandes con sus 28.000 soldados de asalto para tomar Inglaterra, fue fatal. ¿Qué peso tuvo este hecho en la derrota?
-Fue clave. Medina Sidonia era una elección acertada para organizar la flota, tenía mucha experiencia: todos los años, desde su castillo en San Lúcar de Barrameda, organizaba la salida de las flotas para América. Sabía hacerlo, y una flota de 130 barcos de guerra es lo mismo que una de 120 bajeles. Pero no fue una elección acertada para el combate. Él pensaba que si enviaba barcos de avisos a Flandes, podrían atravesar el Canal, lleno de navíos hostiles ingleses y holandeses, y llegar al duque de Parma, y que éste podría estar en la costa con 28.000 soldados. Era una tontería. Ni él ni el rey tenían experiencia en combate naval ni de cooperación para una operación anfibia. Claussewitz, el estratega del siglo XIX, llamó a esto «fricción».

-En su libro elogia el elemento humano de la Armada. Había buenos marinos y soldados, gente experta y valerosa. Parece que el fallo fue más de Felipe II.
-Falló la estrategia. Felipe II decía que los dos duques debían «darse la mano», lo cual no era practicable. 125 barcos no se podían anclar ni en Dunquerque ni en Calais, tenían que esperar y los ingleses no les dejaron. Se produjo el episodio de los ataques con brulotes y se notó la falta de experiencia.

-Es curioso: con unos cuantos brulotes, barcos en llamas lanzados contra los españoles, los ingleses lograron dispersar a la Armada.
-Hay que reconocer que enfrente de Calais el mar es muy fuerte y aparecen los brulotes, un recurso bélico muy conocido. Los ingleses sabían que estaban frente a una flota hecha de madera y velas y optaron por el fuego. Lo que pasó es que, con el viento, avanzaron muy rápidamente y después los barcos no pudieron recobrar sus anclas, que habían cortado a toda prisa. Pero el verdadero fracaso sobrevino al día siguiente: los ingleses atacaron y la Armada no había recuperado su formación. Entre los 120 o 125 barcos sólo 20 tenían capacidad para resistir a los ingleses y estaban dispersos entre la flota. Les faltó tiempo. La segunda consecuencia era que la Armada salió con provisiones para un mes, pero el viaje duró dos. La falta de agua los acercó a la costa de Irlanda, con las habituales y previsibles tormentas de otoño. Con anclas se podía hacer, pero sin ellas, muchos barcos se hundieron.

-No hay español medianamente formado que no haya oído la frase «No envié a la Armada a luchar contra los elementos». ¿Es cierta?
-Lo que describe es verdad, sólo que Felipe II nunca la dijo. Aparece en otro libro. Yo encontré en Simancas el documento en el que el rey por primera vez se enfrentó con la evidencia de que su Armada había fracasado, y lo que dijo fue: «Prefiero morir que ver tanta desdicha».

-La religión aparece en este episodio desde su motivación, la España católica contra la Inglaterra protestante, hasta la lectura posterior del episodio por parte de Felipe II. ¿Qué supuso la derrota para él?
-Se habla de una «noche oscura del alma». Hay millares y millares de documentos; no los he visto todos, pero sí algunos. En uno, tras la derrota de la Armada, escribía a su secretario: «Quisiera morir». Algo muy raro en un rey de 71 años. Solía tener confianza en que podía interpretar los designios de Dios. Tenía un punto de vista mesiánico. Su misión era que Inglaterra fuera católica. Era un rey de religión, pero también de política, porque para muchos historiadores Isabel era una reina pirata: envió barcos para interceptar naves españolas, los ingleses saquearon Galicia, Bayona, Canarias, Santo Domingo... El viaje de Francis Drake se tomó como un acto de guerra. No lo podían permitir.

-Históricamente, ¿fue un punto de inflexión o la corona española pudo recuperarse?
-No fue terminal. Inmediatamente, Felipe II construyó otra flota; tenía los recursos para hacerlo. Si empleamos un símil de tenis, fue el 15-0. Pero en 1589, los ingleses fracasaron en La Coruña, así que 15 iguales. El mayor cambio fue el saqueo de Cádiz: los ingleses tomaron y saqueaon una ciudad española, algo que los españoles nunca pudieron hacer en Inglaterra. Cádiz sí fue un fracaso grande y muy público. Para mí fue el punto de inflexión, mucho más decisivo que la Armada.

-Pero, de haber triunfado, ¿en Inglaterra se hablaría ahora español?
-Sí, soy muy aficionado a la historia virtual. Si la Armada lo hubiese logrado, sería la Inglaterra de los Austrias, católica. Pero al morir Felipe II en 1598, quedaba aún Felipe III, y él perdió también sus combates. En la historia virtual siempre hay que pensar en la revisión.

-¿Qué personaje cree que merece la pena rescatar para la Historia?
-Sin duda, don Juan Martínez de Recalde. Con 62 años, muy mayor para la época, tuvo siempre los puntos de vista adecuados. Pero no era duque, nadie le habría obedecido. Todos seguían, aunque tomara malas decisiones, a Medina Sidonia.


LA LEYENDA NEGRA
LAS VERDADES
- La Gran Armada se componía de 130 barcos –de los que 125 llegaron a la costa inglesa–, pero sólo 20 eran verdaderos navíos de combate. Muchos, aunque armados, eran cargueros y barcos de apoyo y transporte.
- Las tormentas, como es bien sabido, tuvieron la culpa de que muchos barcos se hundieran frente a Irlanda y Escocia, pero muchos otros regresaron.
- Entre las tropas de asalto embarcadas y las tropas del duque de Parma, Felipe II podría haber colocado en la costa inglesa un ejército de casi 50.000 hombres. Sir Walter Raleigh reconocía, años después, que sin una flota que lo impidera, el desembarco no habría tenido resistencia.

Y LAS MENTIRAS
- El triunfalismo inglés se ha atribuido parte el mérito militar. Pero el principal fallo fue el plan: la Armada se vio forzada a esperar para recoger a las tropas del duque de Parma, con el que apenas hubo comunicación fluida.
- La Armada no se enfrentaba en cualquier caso a cuatro «barquitos»: la flota inglesa sumaba a 29 de julio 105 barcos.
- Felipe II nunca pronunció la frase: «No he enviado a mis hombres a luchar contra los elementos». Su primera reacción fue: «Prefiero morir a ver tanta desdicha».


«La gran armada»
Geoffrey Parker y Colin Martin
Editorial Planeta
672 páginas. 25,50 euros