Italia

Jessica Pratt la nueva reina del bel canto

Rossini Opera Festival«Adelaide di Borgogna» de G. Rossini. J. Pratt, D. Barcellona, B. Mihai, N. Ulivieri. Coro y Orquesta del Teatro Comunale de Bolonia. Direc. musical: D. Jurowski. Direc. escénica, decorados y vestuario: Pier'Alli. Teatro Rossini, Pésaro. 23-8-11.

La Razón
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Estrenada en el Teatro Argentina de Roma –el mismo escenario que «El Barbero de Sevilla»– el 27 de diciembre de 1827, «Adelaide di Borgogna» fue una de las óperas de Rossini que menos éxito tuvo en su tiempo. Situada entre dos triunfos napolitanos como «Armida» y «Moisés», está más emparentada por su tono caballeresco con el «Tancredi» veneciano. Su recuperación por Pésaro ha constituido un acontecimiento por su lugar fundamental dentro de la evolución estilística de su autor. El director escénico Pier'Alli (autor asimismo de la escenografía, figurines e iluminación) ha creado esta vez, con pocos elementos y un arsenal de imágenes filmadas en movimiento, un delicioso acercamiento a esta historia de luchas por el poder en la Italia del siglo X, jugando con elementos irónicos e incluso surrealistas como esos guerreros vestidos como soldaditos de plomo, demostrando que el compositor se tomaba poco en serio las batallas. Es un artista con mucha imaginación y un sello muy personal que casa bien con el espíritu rossiniano. Un problema que encontró la obra en su momento fue el mediocre reparto. Para esta producción se ha reunido a uno magnífico, empezando por la soprano australiana Jessica Pratt, que puede llegar a convertirse en una estrella del bel canto, con una voz de considerable extensión, segura en todos los registros, una técnica asombrosa y un notable temperamento. Recibió una atronadora ovación tras su gran aria por parte de un público generoso y exigente. Daniela Barcellona volvió a confirmar que, hoy, no tiene rival en los papeles travestidos como el de Ottone, el rey alemán que acude en ayuda de la injustamente destronada reina viuda. El tenor Bogdan Mihai como el usurpador Adelberto cumplió en un complicado papel, al igual que Nicola Ulivieri como su ambicioso padre Berengario. Al frente de los siempre estupendos Coro y Orquesta del Teatro Comunale de Bolonia, el maestro Jurowski brindó un Rossini diferente al escuchado en los días anteriores, de una envergadura casi sinfónica, pero perfectamente válido por su tensión expresiva y su dominio del drama. Un colofón de lujo para una edición que, pese a la crisis, ha sido una de las más brillantes de los últimos años.