Puertos del Estado

Sindicalismo precario y temporal

La Razón
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Fuimos condenados a trabajar y si algún día nos libramos de este castigo será porque –Dios mediante– la inteligencia del hombre habrá vencido sobre el esclavo. Trabajar menos, pero trabajar mejor, es a lo que aspiran las sociedades modernas. Soy escéptico. Ya saben que en la nueva industria tecnológica los ejecutivos van con sudadera y los empleados juegan al ping pong para relajarse, como si estuvieran en una guardería. Me atrevo a adelantar que estos nuevos trabajadores que parecen haber superado la abnegación épica del calderero no van a hacer huelga porque no tienen ni idea de qué es una huelga. Su ADN es otro: venderan sus «software» tanto a sindicalistas como a empresarios. Ellos están en un estado más allá del trabajo y del ocio. Se divierten mientras trabajan y se aburren cuando se dan cuenta de que están descansando, como cualquier dominguero. Hay huelgas a la japonesa: trabajar tanto que la producción no tenga salida comercial. Hay huegas salvajes: los trabajadores repudian la mediación sindical e incendian la ciudad. Hay huelgas pactadas: los servicios mínimos acordados con la Administración son en esencia la protesta. Ése es nuestro caso: una huelga virtual que sólo sucede en la memoria de la burocracia sindical. El resto es precariedad, sindical, con corbata o con sudadera.