España

El puto Cuco

La Razón
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Entiendo perfectamente la angustia, la tristeza y el estupor de los padres de Marta del Castillo. La sentencia que condena al canalla de El Cuco nada tiene que ver con la gravedad del crimen. Pero es la sentencia esperada. La crueldad y la frialdad de este grupo de amigos asesinos superan toda imaginación. Se confabularon para confundir a la Policía y a los jueces. Se adiestraron con gélida perversidad para que no fuera encontrado el cuerpo de la desdichada Marta. No se ha podido probar, sin los restos de la joven asesinada –asesinato reconocido por sus autores–, la responsabilidad directa de ese niñato asqueroso. Estamos en un Estado de Derecho y las leyes permiten, de cuando en cuando, trampas tan repugnantes como las de este menor de edad doctorado en salvajadas. «No confiamos en la Justicia de las salas. Sólo podemos esperar la justicia carcelaria», ha declarado el padre derruido, burlado y herido hasta el fin de sus días.

Pero no pueden hundirse los padres de Marta. Todavía no han ganado los criminales. Tienen a toda la sociedad detrás, empujándolos para que no se resignen. Y el puto Cuco no se va a ir de rositas.

Vivir escondido, huido y perseguido no es agradable. Este sinvergüenza tiene contados los días de su tranquilidad, precisamente, los pocos que pasará internado en una prisión para menores hasta que sea puesto en libertad. La libertad, queridos padres de Marta, será para el forajido el principio de su condena. Una condena de por vida. Además, que nadie dotado de tamaña cloaca moral vence sobre sí mismo y se arrepiente. El puto Cuco violará a otra chica de nuevo, y de poder hacerlo, la matará, y ese día la Justicia tendrá que taparse los dos ojos, avergonzada, alcanzada por su propia inefectividad, pero el asesino caerá para siempre. Miles de ojos seguirán sus pasos. Miles de ojos quebrarán su chulería. Miles de ojos estarán pendientes de cuanto haga. Y caerá, queridos padres, abuelo, familiares y amigos de Marta del Castillo. Esa podredumbre humana, ese homínido, contará las horas que le quedan de prisión, no para abrazar la libertad, sino para escapar de ella. ¿Se irá fuera de España con el fin de perderse y esperar el olvido? No habrá olvido. El Cuco no tiene el derecho al olvido. Allá donde vaya, lo estarán vigilando. Lo más probable es que un día, cualquier día entre los próximos años, El Cuco, que es un cobarde, adelantará voluntariamente el fin de sus días para no seguir sufriendo la libertad que los justos disfrutan. Las ratas gustan de las alcantarillas y las cloacas. Odian la luz. Mientras viva encerrado estará en su salsa. En el fondo, la cárcel es la alcantarilla de la sociedad decente. Pero le llegará la luz, y entonces, vosotros, queridos padres de Marta del Castillo, os podréis sentir consolados, porque ese malvado canalla no podrá asumir la libertad que la Justicia, por falta de pruebas, le ha regalado.

Tranquilos y a esperar. No os precipitéis, queridos y admirados padres de Marta, Eva y Antonio. La Fiscalía se propone recurrir. No todo está perdido. Tenéis razón sobrada cuando afirmáis que España se está convirtiendo en una escuela de delincuentes. ¿Cómo no, si durante años el Poder Legislativo ha admitido en su seno a representantes directos del terrorismo? Fuerza y firmeza ante la aflicción, Eva y Antonio. Los canallas que os quitaron, y nos quitaron a Marta, lo pagarán. El puto Cuco incluido. Con o a pesar de la Justicia. Y es de esperar que triunfe la primera opción.