Desvistiendo a un santo por Miguel Ángel ALMODÓVAR

En los últimos años, el krill, un diminuto crustáceo que vive en las gélidas aguas australes, ha cobrado un grandísimo protagonismo dietético. Su carne es muy rica en ácidos grasos omega-3, antioxidantes, vitaminas y minerales; la cáscara, constituida por quitina y quitosán, se usa en productos adelgazantes, por su potencial función de arrastre de grasas saturadas, y como remedio para combatir el mal colesterol; el aceite que de él se extrae tiene diversos usos cosméticos y dietéticos; y sus enzimas se empiezan a utilizar en el tratamiento de heridas e infecciones. Pero tantas bondades han inducido a una pesca masiva y desproporcionada, lo que unido a los efectos del calentamiento global y el efecto invernadero está poniendo en serio peligro la supervivencia de la especie, que es alimento fundamental para ballenas, focas, pingüinos y aves marinas, rompiendo así y de manera grave la cadena trófica marina que acaba, como siempre, en la especie humana. De manera que a lo peor estamos desvistiendo a un santo para vestir a otro, que sería pésimo remedio y asunto.