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Decoro por María José Navarro

A la novia de Khedira, una muchachita llamada Lena, la Federación alemana le pidió (antes de que eliminaran a esa selección) que acudiera más recatada a la grada. La chica, esa es la verdad, es un pibonazo de los de parar el tráfico. No tiene la culpa. La naturaleza le ha dado lo que nos ha negado a otras y ya me gustaría a mí decir que lo que me quitó de tía buena la genética me lo dio en inteligencia. Pues ni mucho menos. No hay correspondencia alguna. El caso es que se le pegó un toque a la modelo que comparte vida con el centrocampista del Madrid porque llevaba un pantalón parecido a una braga encima de unas piernas que, creo, me parece, intuyo, no es necesario enseñar. Ella es muy de exhibir cosas innecesarias y, por lo que hemos visto, la pareja gusta de mostrarse en actitud erótica en las revistas, un detalle que a servidora le provoca una vergüenza ajena grandísima. Eso de retozar entre unas sábanas blancas que enfatizan el contraste de sus pieles para que vea todo quisqui lo prietos que están o aparecer en una portada con el jugador tapando con su brazo el pecho de su futura esposa, da cosica. Bien es verdad que Lena podría haberse ahorrado esto si se hubiera pagado su localidad, pero acudir a un asiento pagado por otro, en este caso la Federación alemana, tiene sus servidumbres. Hay leyes y normas no escritas que son de sentido común. Lo que subyace a todo esto, sin embargo, es que el recato sólo se exige a las mujeres. Un hombre va cómodo. Nosotras vamos provocativas. Ay, madre, lo que aún nos queda.
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