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«Ser viejo es una catástrofe»

Hay algunos detalles cotidianos que a Esther Tusquets le provocan incomodidad cuando no una abierta irritación. «Pequeños delitos abominables» (Ediciones B) es un catálogo de algunas actitudes o episodios que, bien por defecto o por exceso, interfieren en el día a día y procuran algún que otro disgusto

 
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La proliferación del tuteo aunque las personas no se conozcan, los camareros que te convierten en invisibles. Como titula en su libro, son «pequeños delitos» que, francamente, sacan de quicio.

-¿Empezamos la entrevista de usted o de tú?
-Utilizar y que tenga vigencia el «usted» es importante, porque complementa y matiza al «tú». Primero, es una señal de respeto y se pasa del usted al tú cuando existe una amistad y una mayor intimidad.

-Hay actitudes que la enervan.
-Sí, ¿usted nunca se ha encontrado con la pesada que siempre tiene frío, no deja de quejarse y al final logra que todos agonicemos de calor?, ¿o el dependiente que, de antipático que es, parece que no quiere vender?, ¿o el camarero que nos condena a ser invisibles?

-Estos últimos logran acomplejarme.
-Pues no se acompleje, todos hemos sufrido la humillación de hacer gestos grotescos y ridículos para llamar su atención.

-Somos poco lógicos.
-Sí, vivimos en la incoherencia. Hace poco viví una experiencia horrible: estuve ingresada y descubrí que los médicos hacen todo lo posible para curarte pero nada para evitarte el dolor; es más, a veces te lo provocan innecesariamente.

-Es usted una irreverente.
-Es una de las poquísimas ventajas de hacerse mayor. Ser viejo es una catástrofe pero tiene sus pequeñas compensaciones.

-Algo bueno tenía que tener.
-Sí, pero mire: cuando cumplí los 70 me di cuenta que ya era una vieja sin remedio. Muchos seres queridos ya han muerto, es muy doloroso cuando una empieza a tachar nombres de la agenda.

-Quizá por esas pérdidas le escandaliza tanto la indiferencia ante el dolor ajeno.
-Somos muy egoístas, no queremos tener ninguna relación con el dolor. A veces hace falta sufrir un poco. Es mejor arriesgarse aunque se pueda sufrir que llevar una vida tranquila pero aburrida.

-Desde luego usted no se ha aburrido: editora, escritora...
-Es que ahora los jóvenes no tienen el gusto de la aventura. En parte por nuestra culpa: hemos sido unos padres muy proteccionistas y les hemos dado una educación equivocada. Tienen que competir más por las cosas, no les atrae nada el riesgo.

-¿Dentro de los «Pequeños delitos abominables» incluiría usted el comportamiento de la clase política?
-Por supuesto. Tenemos unos políticos bastante lamentables, de muy poco nivel. No soporto su falta de coherencia: piensan una cosa, dicen otra y hacen otra.