Paraguay

Nos lo jugamos a penaltis

Paraguay falló uno y España otro / El que marcó Xabi Alonso lo mandaron repetir y después lo paró Villar

Nos lo jugamos a penaltis
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Cardozo corrió a besar a Justo Villar, el portero, el héroe que le había liberado de la culpa de la eliminación de su país. El guardameta paraguayo acababa de parar un penalti a Xabi Alonso. El segundo intento, porque el primero lo había marcado el centrocampista español. Pero el árbitro guatemalteco se puso estricto con las normas y le molestó demasiado que un futbolista español se metiera en el área antes del lanzamiento de Xabi. Era el segundo penalti que lanzaba España en el campeonato. El segundo que fallaba. Villa, que no consiguió marcar desde los once metros ante Honduras, ya no se atrevió a lanzarlo.El penalti a favor de España lle- gaba inmediatamente después del que había fallado Paraguay. Casillas paró el lanzamiento de Cardozo y en el contraataque, Ba- tres, el guatemalteco, mandó la pelota a los once metros por la caída de Villa. Cardozo, de espaldas a la portería, rumiaba su error. No quería mirar después de su error en el lanzamiento. Un penalti que había buscado él en un forcejeo con Piqué en el lanzamiento de un córner. Él asumió la responsabilidad del lanzamiento y la culpa del error.Era el gran momento de Casillas, el guardameta español que no había tenido oportunidades de intervenir en todo el torneo. «Déjate, mejor estar tranquilos», decía el capitán español después del encuentro. Casillas quiso acordarse de todo el equipo ahora que España está por primera vez en toda su historia en unas semifinales de un Mundial. Especialmente, de su amigo Pepe Reina. «Un gran compañero».Casillas tuvo otro momento de gloria en los últimos instantes del encuentro, cuando detuvo un contraataque de los paraguayos que hubiera llevado el partido a la prórroga, a media hora más de sufrimiento.Era la noche de los porteros. Porque Justo Villar, que recibía las felicitaciones de sus compañeros después de detener el disparo de Xabi Alonso, tuvo la suerte de que el árbitro no vio el penalti que hizo a Cesc después de su despeje. La alegría era la misma.Cuando el partido terminó, a Cardozo se le volvieron a escapar las lágrimas. Lloraba porque no había marcado su ocasión desde los once metros. La decisión que tuvo para lanzar le faltó para marcar. Y la culpa de la que le había liberado la parada de Justo Villar se le volvió a caer encima. Sus compañeros habían perdido co- mo él, pero se dedicaron a atender sus lágrimas en lugar de llorar sus penas. Es el peligro de jugarse la clasificación a los penaltis.