Murcia

Llamazares y Cía por Pedro Alberto Cruz

La Razón
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«Pues bien, este no querer ver lo que se ve, este no querer ver tal como se ve, son casi la primera condición para todos quienes son partido en cualquier sentido: el hombre de partido se convierte necesariamente en embustero» (F. Nietzsche, El Anticristo, pág. 102).
Asistimos –no sé si con mucha o poca frecuencia- a cientos de manifestaciones. Nada que objetar: todos tenemos ese derecho. Pero, salvo raras excepciones, es difícil encontrar en unas a los que están en otras, sea cual sea el motivo, sea la causa justificada. Parece que la pertenencia a una determinada ideología –circunstancial, interesada o perpetua- sólo permite el funcionamiento de una parte del cerebro, y lo que se almacena en el otro lóbulo es mentira. Y así lo vemos, y así lo ven los tuertos partidarios.

No les quito ni les doy la razón a los que –y de ahí el título dedicado a Llamazares, podría haber sido otro- se manifiestan atribuyéndose el papel de juez y jurado, haciendo gala de la parte de partido que les corresponde: yo ni lo soy ni me gustaría encontrarme en esa situación. Por eso, desde mi perspectiva irreflexiva, me causa asombro nos encontrarlos encabezando la protesta por la muerte de Wilman Villar, «realmente» muerto en un régimen que, pese a las afinidades, nadie que no se niegue «a ver lo que se ve» sabe que es una dictadura. Mas, ¡ah!, las dictaduras tienen color, tienen partido, y esto es suficiente para que la sangre sea distinta, y el embustero lave su conciencia y contenga su «indignación». El dolor ajeno no duele, y encima se debe pedir perdón si se espeta al instigador o causante y se saca a luz.