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Se busca un líder

Grecia nunca debió entrar en el euro y ahora, tras el episodio del referéndum, debería haber salido

La Razón
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Grecia es un estado fallido. La Unión europea le ha perdonado la mitad de la deuda pero la otra mitad tampoco la podrá pagar. Ni en el euro, ni por supuesto, fuera del euro. Aunque, reconozcámoslo, bajo el paraguas de la Unión Monetaria incluso Grecia se podrá permitir transitar. Será el vagón de mercancías, enganchado a la cola de un largo tren, cuya locomotora no puede ser otra que Alemania. Pero fuera del euro, desenganchado, sin locomotora alguna, el desvencijado vagón griego está condenado a ser chatarra en un triste lugar de la Historia.

Esto es lo que tendría que haber explicado el primer ministro Papandréu a su nación, tras el acuerdo de la quita griega. Descuento de deuda a cambio de más sacrificios. No tienen otra. Papandréu debería haberlo razonado, debería haber comparecido dramática y solemnemente ante su pueblo para dar explicaciones de la catastrófica situación del país y hacer pedagogía económica y política. Y explicar que la vuelta al dracma es aún peor porque supone una devaluación siniestra, un cataclismo para Grecia de consecuencias impredecibles e incalculables. Grecia sin Europa se ubicaría en África.

Sin embargo, frente a esta razonable explicación, el primer ministro ha optado por la huida, por el populismo, por la delegación de responsabilidades, por no asumir la suprema tarea que tiene un gobernante en una democracia representativa de tomar decisiones en vez de delegar los problemas en los ciudadanos. Grecia nunca debió entrar en el euro y ahora, tras el baile de la parrala de referéndum sí - referéndum no, moción de confianza sí - moción de confianza no, gobierno de coalición sí - gobierno de coalición no, ahora Grecia debería haber sido expulsada. Sólo el pragmatismo de Merkel y Sarkozy, valedores de sus propios bancos, lo ha impedido.

El único responsable de esta semana trágica es su primer Ministro, un hombre que encaja mal la adversidad política y la desafección popular. Pero a la política uno no llega para recibir cariño sino para hacer los deberes que le tocan. Y él sabe que Grecia falseó las cuentas y que hoy está quebrada.

Por eso Papandréu se tiene que ir. No es un líder a la altura de la circunstancias, ni para Grecia, ni para Europa. El director del principal periódico griego se queja de que «Europa nos pide cambiar en dos años la forma en que hemos funcionado durante 40». ¡Lógico! Entraron en el euro mintiendo, se endeudaron obscenamente para hacer unas olimpiadas, multiplicaron los funcionarios exponencialmente, permitieron la corrupción hasta en las pensiones de los muertos y se adelantaron jubilaciones a trompetistas porque podían desarrollar gastritis y a locutores porque podían contaminarse con los microbios de los micrófonos. Aquello era jauja. El cielo. Y han pasado, sin purgatorio de por medio, al infierno.
Pero es lo que hay, y el pueblo griego necesita un líder que asuma la realidad y se olvide del inexistente «milagro heleno», que nunca fue. Y que, por favor, no huya. Que se quede y que lo explique.