Australia

La alianza conservadora vence en Australia pero sin mayoría absoluta

La oposición conservadora liderada por el católico Tony Abbot echó por tierra los pronósticos que adelantaban una ajustada victoria del Partido Laborista, de la primera ministra, Julia Gillard.

Tony Abbott, líder opositor, se abraza a su hija tras depositar su voto
Tony Abbott, líder opositor, se abraza a su hija tras depositar su votolarazon

«El laborismo ha perdido su supremacía», dijo el jefe de la coalición conservadora formada por los partidos Liberal y Nacional en una festiva comparecencia ante sus seguidores en un hotel de la ciudad de Sidney.

Según el recuento provisional y las proyecciones de los expertos, los conservadores habían obtenido 74 escaños, por 71 de los laboristas. Los independientes obtuvieron cuatro escaños y uno el Partido Verde, que por primera vez desde su creación tendrá representación en el Parlamento. Estos resultados, de confirmarse, dejan a Australia a merced de los pactos poselectorales, ya que ningún partido político tiene los 76 escaños que representan la mayoría absoluta.

A pesar de perder la mayoría parlamentaria, Gillard, la primera mujer al frente de la jefatura del Ejecutivo australiano, señaló que los laboristas formarán el próximo Gobierno. «Quedan por delante unos días de ansiedad, pero vamos a continuar luchando para formar el Gobierno de este país», dijo la primera ministra en conferencia de prensa.

En su comparecencia y en un aparente gesto de aproximación, la primera ministra felicitó a los cuatro candidatos independientes y al del Partido Verde, que han obtenido representación parlamentaria y cuyo apoyo, probablemente, los laboristas precisarán para seguir al frente del Gobierno. «En el Parlamento Federal tengo unos buenos antecedentes por trabajar de forma positiva y productiva con independientes y con verdes en el Senado», apuntó Gillard. Además, se perfila que el Partido Verde será la fuerza que decidirá a qué lado se inclina la balanza en Senado.

Por su parte, Abbott dijo que, aunque los resultados no estaban del todo claros, iba a iniciar negociaciones con los independientes para formar Gobierno.
 
A pesar de que Australia ha sido uno de los contados países industrializados que han sorteado la crisis financiera global, en un sector de la población hay un gran descontento por algunas políticas del laborismo.

Ese descontento fue el que hundió la popularidad del carismático Kevin Rudd, a quien el pasado mes de junio Gillard arrebató la jefatura del Ejecutivo por medio de una revuelta interna. Rudd decepcionó a sus votantes tradicionales al retirar una ley sobre comercio de gases contaminantes que había presentado como la espina dorsal de su política medioambiental.