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El talento y el vicio

La Razón La Razón

¿Tan grave es la situación económica del país? ¿Estamos realmente al borde de una estrepitosa recesión, como auguran los expertos más objetivos? Por carecer de conocimientos técnicos específicos sobre el asunto, personalmente me limito a constatar lo que ocurre a mi alrededor, es decir, entre la gente con la que me cruzo a diario por la calle, que es el medidor inequívoco de la situación. Me dicen mis vecinos que en el supermercado de la esquina el número de cajeras es ahora la mitad que hace un año y que nunca hubo tantas flores de plástico en el cementerio municipal. Personas que a estas alturas del año echaban sus cuentas para hacer en diciembre un viaje al Caribe, se preocupan ahora por el precio del pollo y se acuestan más temprano que nunca para ahorrar en calefacción. En la carnicería al otro lado de la calle piden restos de cerdo para sus perros señoras que me consta que jamás tuvieron perro.

Hay también gente que anuncia que está a dieta porque necesita encubrir de algún modo digno la delgadez que presiente por culpa de verse obligada a reducir el capítulo dedicado a alimentación. Ser mendigo es ahora mismo el objetivo de muchos hombres, que han visto cómo mermaba su poder adquisitivo y como se esfuma su condición de clase media. Si esto continúa empeorando, no tardará en haber peleas para pedir limosna en las esquinas mas frecuentadas de la ciudad. ¿Será posible que la gente esté a punto de disputarse lo mejor de la miseria? No hay más que echar un vistazo a las basuras para caer en la cuenta de que la crisis ha modificado la dieta de muchas familias, y parece evidente que el cartón es en los contenedores la víscera más abundante. Si se exceptúan los años de postguerra, es obvio que nunca hubo en España ratas tan descaradas, ni estuvieron antes los perros tan delgados. Los comedores de la beneficencia están desbordados de gente corriente, de hombres y mujeres que nunca se imaginaron sentados en locales como ésos, ni creyeron que el apetito se les convertiría algún día en hambre. También proliferan las casas de empeño y los comparadores de oro. Dice mi barman de cabecera que las noches de la ciudad nunca fueron tan tristes como estos últimos meses y que a la hora de pagar las rondas de copas hay verdaderas peleas para ser los primeros en ir al retrete. ¿Y qué decir de la prostitución? Prolifera por todas partes y muerde donde antes era inimaginable que lo hiciese. Dicen los profesionales del gremio que la excesiva abundancia de prostitutas acabará por tirar los precios e incluso hay riesgo de que se hunda el sector. Y ese será un medidor implacable de la crisis económica de un país en el que la desgracia de que el talento no fuese negocio se compensaba tradicionalmente con la ventaja de que al menos fuese rentable el vicio.