Barcelona
Ciento treinta veces Delacroix
El CaixaFórum de Madrid acoge la mayor retrospectiva sobre el pintor francés hecha nunca en España
Hay dos razones para explicarlo. La primera es que Delacroix se lo debía a España, en especial a Sevilla y Cádiz, pero sobre todo a Goya y a Velázquez. El pintor romántico francés pasó por la Península en su ruta hacia Marruecos y se llevó en la memoria las luces y los colores. Los negros de Goya los vio sobre el lienzo. Y luego hay otra razón más peregrina pero fundamental: el entendimiento entre la Fundación La Caixa y el Museo del Louvre ha permitido traer 130 piezas que enseñan las distintas facetas del genio, algunas de ellas verdaderas obras maestras y que rara vez salen de Francia. No, «La libertad guiando al pueblo» no es una de ellas, pero hay otras.
El recorrido por la exposición deja la sensación de una película de aventuras pintada al óleo. El arranque es la intimidad del taller, con su juego de paños, estudios de modelos mulatos, la sensualidad del desnudo, animales salvajes que retrata (muertos en realidad) pero a los que devuelve una felina dignidad, y que regresarán con el tiempo con fiereza. Delacroix no se interesaba por capturar los músculos como otros pintores de formación clásica: le preocupaba que se pudiera tocar la superficie de la piel.
En la siguente secuencia de la película puede imaginarse al pintor en 1825, entrando en contacto con el británico Thomas Lawrence y la avanzada sociedad londinense. Delacroix se centra en un tipismo seductor, el dandy. Retrata hombres altaneros, muy erguidos y vestidos de negro, que simplemente se plantan rígidos en una zona ajardinada de la ciudad, donde sus rostros fríos y pálidos desafían las miradas. En esa época, Delacroix, hijo de una familia más que burguesa, asistía a los bailes de sociedad disfrazado como Dante. Fue amigo de Chopin y de Paganini.
Byron, como el «Che»
Todos esos misterios ya revelan una nueva sensibilidad que explota en el siguiente capítulo de la historia del pintor francés con el influjo de Lord Byron, «el Che Guevara de su tiempo», como le definió el comisario de la exposición, Sébastien Allard, jefe del Departamento de Pintura del Museo del Louvre. Byron falleció luchando por la independencia de Grecia del Imperio Otomano. Inspiradas en él están «La masacre de Quíos» y «Grecia expirando sobre las ruinas de Missolonghi», precisamente la ciudad donde falleció en poeta, y en la que una mujer representa la civilización, como un antecedente de «La libertad guiando al pueblo», salvo por las masas negras del cielo, un color (o ausencia de él) que aprende a utilizar con Goya. «Conoce antes que casi nadie en Francia "Los Caprichos". Se sumerge en ese negro y sólo logra liberarse de él en Marruecos», dijo Allard. Otro ejemplo de ese tratamiento de los negros es «La confesión pública», una escena de la Inquisición ambientada en Madrid aunque para la que utiliza el fondo de una catedral gótica británica.
En el interior de Delacroix va creciendo la necesidad de «algo que en su país no encontraba», explicó el comisario. «Pero no se trajo de vuelta lo más típico o colonialista por gusto superficial, sino que buscaba antigüedades vivas y su propia esencia como hombre. Su diario y correspondencia revelaron que necesitaba extraerse a sí mismo de su contexto para hablar de un mundo en el que no sabemos adónde vamos», explicó. Si en «Los natchez» (1835) mostró su interés por los indígenas, «precisamente a los que masacraba el ejército francés en América», en Marruecos cree encontrar a «Catón en un zapatero». Pero, sobre todo, aprende a mezclar los colores en el propio lienzo, «a superar los oscuros de la presión de Goya» con la luz, y de esa época llegan hasta hoy «Mujeres de Argel en sus habitaciones», un cuadro que es un manifiesto por la dignidad y la modernidad de las figuras, y «una obra maestra que nunca sale del Louvre», afirmó Allard. Luego vienen los piratas africanos, San Jorge y otros temas mitológicos o bíblicos, y curiosas piezas sobre un encuentro entre «Horacio y Hamlet en un cementerio».
Superar a Rubens
Pero sus mayores afanes son olvidar lo aprendido en África y volver al clasicismo. Siempre proyectó viajar a Italia. Nunca lo hizo. Pinta versiones de «Medea» y de «San Sebastián» que alterna con paisajes o con la soledad de una serie de «Cristos en la cruz» que generan escándalo. El Estado francés le pide una magna obra para su Exposición Universal, y él piensa en Rubens, en «La caza de los leones». Cree que puede superar esa obra en una tela de seis metros, tal era su arrogancia. El original se quemó en un incendio, pero los bocetos que se exponen en la muestra dan buena imagen de la enorme expresividad de esa pieza. Toda la exposición viajará a Barcelona para celebrar el décimo aniversario del CaixaFórum de la Ciudad Condal, y allí, aunque en salas diferentes, Delacroix se reunirá con Goya, pues el centro prepara el desembarco del aragonés próximamente, una de las «Majas» incluidas. En Madrid hay que cruzar la calle, aunque, por fin, Delacroix regresa a España de visita.
Arrogante e inclasificable
«Ya sabéis que los franceses no somos muy humildes», decía Allard para hablar de la personalidad del genio. «Delacroix ya piensa que va a pasar a la historia del arte y que su obra quedará en el Louvre, así que se hace dos autorretratos de joven, prácticamente idénticos, y en los que se presenta guapo y esbelto». Definir políticamente al pintor es difícil por su constante ambigüedad. Era hijo de una familia muy importante aunque apoyaba las ideas liberales, tanto como para dibujar su alegoría para los tiempos. Sin embargo, desconfiaba de la masa y cuando estalló la revolución liberal-burguesa... «se dedicó a pintar flores».
Película de un aprendizaje
1820
Delacroix trabaja en la técnica pictórica repitiendo modelos clásicos de desnudo, pero se interesa por modelos mulatos y por la piel más que por la anatomía.
1824
Por la influencia de Thomas Lawrence, viaja a Londres y junto a él reinterpreta el retrato británico. El de Louise-Auguste Schwitter es el de un puro dandy.
1826
Pinta «Grecia expirando sobre las ruinas de Missolinghi» dos años después de la muerte de Byron, aunque ya había terminado antes «La masacre de Quíos».
1840
En «El naufragio de San Juan», se puede apreciar todo lo aprendido en Marruecos, todos los ensayos de piratas bereberes. Comienzan las series obsesivas sobre un tema.
- Dónde: CaixaFórum Madrid. (Pso. del Prado, 36).
- Cuándo: hasta el 15 de enero. De lunes a domingo.
- Cuánto: gratuita.
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