Argentina

La sonrojada

La Razón
La RazónLa Razón

Se acabó el verano y se tragó el mar las ilusiones para regresar de nuevo a la tierra baldía, a la miseria en la chepa, la aridez en los bolsillos, la trifulca política y el único entretenimiento consistente en que Carmen Lomana decida si ir a la huelga general es chic o no es chic. Hasta el Mundial es ya pura nostalgia y la célebre «Roja» se nos ha quedado sonrojada con la bofetada de la vergüenza y el golpe de humillación que nos vuelve a hacer humanos con el retorno de las cuentas pendientes. ¿Qué fue de la euforia de campeones, de aquella España unida e inflamada de patriotismo, los cánticos victoriosos, ahora transformados en maldición y tristeza a ritmo de tango? ¿Qué falta hacía acudir al corazón de la Bombonera con un Messi afilando las botas y Argentina enseñando las fauces esperando a restañar viejas heridas? Basta un desafortunado partido a destiempo para recuperar nuestro atávico derrotismo nacional. Volver al cambalache. Que el mundo es y será una porquería ya lo sé. Que se lo digan al bueno de Reina, que ha pasado de hacer gracia con sus chistes a provocar risa con su resbalón repetido en youtube. Menos mal que Casillas estaba en el banquillo y la Carbonero moviendo la cabellera en otra cadena para librarse del bochorno.

Por fortuna, a la Selección le han concedido el Príncipe de Asturias de los deportes con todo merecimiento, aunque a saber en este país voluble qué hubiera pasado de haberse hecho la votación después de la paliza frente a Argentina. Pero no, la gloria y el reconocimiento para quien se lo ha ganado, y para algo también los Príncipes se curraron el campeonato a pie de palco. En estos casos, no sólo hay que recuperar la moral del equipo, sino también la del reino. Buscándole también algún premio a «La Roja» de baloncesto, que se nos ha quedado tan descolorida. Por esos momentos en que pensábamos que éramos invencibles, con la sabiduría y autoridad que da el fracaso.