Música

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Lágrimas que reflejan cataratas

La Razón
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Puede que en el título del primer single de «Mylo Xyloto» esté la esencia misma de Coldplay: «Every teardrop is a waterfall»; o lo que es lo mismo, cada lágrima es una catarata, porque el grupo de Chris Martin ha conseguido que todo lo que lleva su firma parezca más grande de lo que en realidad es. La épica del rock de estadio está en su naturaleza, con un poder de convocatoria sobradamente demostrado (las 17.000 entradas se agotaron en una hora) y sin necesidad de arriesgar para mantener su estatus. Abrieron con la continuista «Hurts like heaven», construida tomando como base trucos bien conocidos en su trayectoria. Y aún así, funciona. Tras dirigirse al público en un precario español, la duda estaba en saber si el repertorio de su recién publicado cuarto álbum centraría la actuación o bien habría espacio para sus temas más conocidos. La ecuación quedó resuelta de inmediato con las primeras notas de «Yellow», rescatando su vena más afectada y conservadora, reiterada a renglón seguido con «In my place» y ya en los bises con «Clocks» y «Fix you». Y así, dejando los experimentos para mejor ocasión, su concierto en la madrileña plaza de Las Ventas se convirtió en un remozado grandes éxitos en el que la hedonista «Viva la vida» marcó de nuevo el punto álgido del aplausómetro, que reservó una mención especial para el recuerdo, vía «Rehab», a Amy Winehouse. Entre tanto, intercalaron los cortes más valiosos de su última entrega: «Major minus», que bien podría ser de U2; «Paradise», con maneras de himno «made in Coldplay»; o la resultona «Charlie Brown», para rematar sin sorpresas con la predecible «Every teardrop is a waterfall», dejando al público con ganas de más al son de los uhh-ohh-ohh de rigor.