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La Habana

Zoé Valdés: «Para el Gobierno cubano soy una pornógrafa»

Zoe Valdés
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La escritora cubana, proscrita por el régimen castrista y exiliada en París, pasa de la nada al todo. Es decir, de «La nada cotidiana», donde retrató la difícil vida de una joven en La Habana, a «El todo cotidiano», su nueva novela con la que recupera al personaje de Yocandra que ni en Francia puede escapar a la idiosincrasia de «ser cubana».
-¿Por qué recupera este personaje después de quince años?
-Hace mucho tiempo que quiero escribir algo sobre mi madre o sobre un personaje que sale tarde al exilio y muere en él. Es una historia más bien cómica. Después se me ocurrió que todos los personajes podían encontrarse en el exilio. Tuve muchas dudas con hacer una segunda parte.
-Parece que Yocandra no puede escapar, ni siquiera en el exilio, de la realidad cubana.
-Es su destino: funcionar de forma tribal, gregaria, siempre tratando de crear comunidades, sobre todo fuera de su país, dónde uno se siente más solo. Quería hacer una novela coral como «Café nostalgia».
-¿El cubano lleva irremediablemente la política a cuestas?
-Creo que va unida a todo el mundo, pero en el caso del cubano se deja sentir más porque ya son 51 años de la misma historia en letanía. El objetivo de la novela también es que esa insistencia tuviera todos los elementos que la caracterizan: el humor, la tragedia, el drama... Tengo muchos maestros en la literatura, pero también existen dos elementos externos que me gustan mucho: Celia Cruz y Buster Keaton. Quería que el elemento humorístico entre la melancolía del bolero y el toque trágico estuviera presente. El drama personal de Yocandra es el del exilio, el de la dictadura y el de que el resto del mundo no es tan perfecto como pensaba. En cualquier lugar, un cubano ya no se representa sólo a sí mismo, sino a ese producto de «marketing» que es la revolución cubana. A partir de ahí la gente le juzga de forma diferente. Si eres un cubano del exilio despiertas más dudas sobre ti, algo que no ha pasado con los de las dictaduras argentina y chilena. Es otra de las cosas que quería mostrar.
-El surrealismo está presente en muchas escenas de la novela. ¿Funciona como una vía de escape?
-Admiro muchísimo a los surrealistas. También me apasiona el absurdo. Están en la vida cotidiana y es una metáfora idónea para el absurdo político.
-¿Cuánto hay de Zoé Valdés en «El todo cotidiano»?
-Yo también me fui, como la protagonista. Lo que ocurre es que no hay un lugar donde el cubano esté contento, porque es un sitio que sólo existe en su cabeza. En todo caso, los elementos autobiográficos están mezclados con otras cosas, como las vivencias de conocidos.
-¿Volvería a Cuba?
-Sí, pero sólo cuando haya democracia. Ahora no. Yo no quiero volver y ellos no quieren que vuelva. Abel Prieto, el ministro de Cultura desde hace décadas, dijo que Cabrera Infante era un neurótico y un loco, y que yo era una pornógrafa. Además, no sólo he hablado mal del Gobierno, sino también de cierta disidencia. Apoyo profundamente a la gente que está en las cárceles, que ha sido torturada, a la gente de a pie. Pero existe un cierta gente que hace una especie de teatro de la disidencia, algo muy negativo para la gente que está luchando de verdad por la libertad de Cuba. Además, ha surgido una especie de «raulismo light», es decir, un grupo de disidentes que sigue luchando por unas migajas, pero la realidad es que sigue sin haber libertad de expresión, siguen metiendo a la gente presa, y ni siquiera puedes tener una conexión a internet.