Israel

Turquía persigue el liderazgo del mundo árabe

La defensa encendida de Hamas cuestiona su rol mediador

Un dependiente turco lee la prensa en un mercado de Estambul
Un dependiente turco lee la prensa en un mercado de Estambullarazon

El periódico libanés, Al Mustaqbal, publicó este fin de semana que el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, habría comentado a su círculo más íntimo la intención de enrolarse en la próxima flotilla que hubiera pretendido romper el bloqueo marítimo sobre Gaza y que habría solicitado, incluso, a la Armada que custodiara la embarcación; pero que tras haberlo puesto en común con la administración norteamericana, ésta le habría quitado la idea de la cabeza. La supuesta aventura, no obstante, colocaría a los dos antiguos aliados, Turquía e Israel, en un escenario de pesadilla con implicaciones internacionales, pues el país turco es miembro permante de la OTAN y candidato a formar parte de la Unión Europea. La información, que no ha sido confirmada oficialmente, refleja, en todo caso, la enorme distancia que existe en estos momentos entre los viejos socios estratégicos en Oriente Medio. Un distanciamiento que se ha agravado a raíz del incidente de la denominada «Flotilla de la Libertad», en el que murieron 9 activistas –ocho turcos y uno estadounidense– pero que viene de lejos. «La política exterior turca y la israelí hace tiempo que han dejado de compartir elementos comunes», explica a LA RAZÓN el director del Centro de Estudios Estratégicos Begin Sadat, Ephraim Inbar, en una conversación telefónica desde Jerusalén. El origen de los desencuentros coincide con la llegada del Partido islámico de la Justicia y del Desarrollo (AKP) a la jefatura del Gobierno turco, en 2002.

Tayyip Erdogan empezó a trazar una política internacional matizadamente independiente respecto a EE UU e Israel con la cada vez más clara intención de ganarse las voluntades del mundo musulmán, que un día estuvieron bajo el dominio otomano. En 2003, por ejemplo, negó los permisos de vuelo a los aviones espías estadounidenses para rastrear el territorio iraquí. La Operación Plomo Fundido sobre Gaza (diciembre 2008-enero 2009) convirtió la causa palestina en el dinamizador de este proceso de vuelta a sus raíces. Todavía se recuerda la salida airada de Erdogan de la cumbre de Doha, el 30 de enero de 2009, en la que increpó al presidente israelí, Simon Peres, con un categórico y acusador: «Matáis al pueblo». O la crisis diplomática de ese mismo año provocada por la emisión de la serie turca «Separación: Palestina en el amor y en la guerra» en la que aparecían soldados israelíes matando a niños y ancianos árabes. «Turquía quiere liderar el mundo islámico como en el imperio otomano, así que está dando los pasos necesarios para conseguirlo», dice Inbar. Esos «pasos necesarios» a los que se refiere este analista israelí de origen árabe son su apoyo político a Hamas, organización que integra las listas de grupos terroristas de EE UU y la UE; el reconocimiento del presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, o la escalada verbal contra el Estado hebreo.

Tras conocerse el asalto del «Mavi Marmara», Tayyip Erdogan calificó lo sucedido como un acto de «terrorismo de Estado». Las banderas turcas y las consignas a favor del primer ministro se vieron y escucharon en las manifestaciones antisemitas que se han sucedido este fin de semana por las principales capitales árabes. La encendida reacción turca cuestiona, sin embargo, el papel del país como mediador neutral en el conflicto árabe israelí. Tampoco ha sido bien valorado por Washington ni por Tel Aviv el acuerdo sobre el enriquecimiento de uranio con Irán pues consideran que beneficia al régimen teocrático. Este proceso neootomano también tendría su explicación en la creciente islamización de la política doméstica, que entra en colisión con los principios laicos del Estado turco.

La reforma de la Constitución, que pretende recortar los poderes del Ejército y del Poder Judicial, es vista por el opositor Partido de la República del Pueblo (CHP) como un intento de terminar con la separación de poderes de la democracia moderna. La Comisión Electoral ha postergado la votación de la reforma hasta el 12 de septiembre –el AKP quería que se celebrase en julio– a dar más tiempo al Constitucional para que examine los recursos en contra de las modificaciones. Una circunstancia que no favorece a los intereses del Gobierno islamista y le deja en una situación complicada. «Las encuestas de la última semana dan malos resultados para el AKP. Si la tendencia se consolida quizás en las elecciones de 2011 puede configurarse un poder ejecutivo sin componente islámico», precisa este analista hebreo que establece una conexión directa entre el enfrentamiento verbal de Erdogan con Israel y sus problemas dentro del país. Es la vieja estrategia de reforzar la política exterior para tratar de desviar la atención sobre los asuntos internos, dice. En este estado de las cosas, la cooperación turcoisraelí que tuvo su punto álgido en los años 90 parece cosa del pasado.

Una alternativa creíbleEl pasado 22 de mayo, el Partido de la República del Pueblo (CHP) eligió a su nuevo líder, Kemal Kilicdaroglu, después de que el anterior dirigente tuviera que dimitir por un escándalo sexual en medio de la discusión sobre la reforma constitucional emprendida por el Gobierno islamista. El CHP, que fue fundado en 1923 por el padre de la Turquía moderna Kemal Atatürk, ha pagado estos últimos años el precio de no saber concentrar el gran voto secular. El primer reto por tanto del funcionario Kemal Kilicdaroglu es ilusionar a sus electores naturales y ser capaz de mantenerse como una alianza creíble que termine con los ocho años de Gobierno de Erdogan. La nueva cara de la oposición laica pertenece, sin embargo, a la rama mayoritaria de los Alevis, una interpretación liberal del chiísmo que únicamente se encuentra en Turquía. Kilicdaroglu ha empezado a promover su candidatura y en una semana ha conseguido 500.000 anotaciones de «me gusta» Facebook. Las últimas encuestas han valorado muy positivamente su nombramiento y les otrogan un 32% en intención de voto, según publicó «The Economist». Un porcentaje que sería suficiente para evitar un tercer gobierno en solitario del AKP. La vuelta el CHP o una coalición sería muy bien recibida por las potencias occidentales.