Dos años de la victoria del PP

Insumisos

La Razón
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El movimiento de los indignados ha cumplido tres meses de vida y el tiempo transcurrido, además de algunas declaraciones, está ayudando a retratarlos. Así, uno de sus portavoces, un tal Paredes, aseguró que el 15M es un movimiento de reacción, no de acción. Es decir, se atribuye el papel más sencillo, destruir en vez de construir. Porque lo difícil es hacer propuestas positivas y una obligación si se quiere entrar a formar parte del debate político, como sucede con esta gente. Pero no, ellos pretenden dedicarse a «vigilar y reaccionar ante las medidas de aquellos que tienen la obligación de actuar»; es decir, los partidos políticos y, de paso, los gobiernos de las comunidades autónomas en los que no está el PSOE, bancos... Buscan en todas partes a los «culpables» de la catástrofe que vivimos, pero no miran a Moncloa ni a Ferraz, con lo cerquita que lo tienen. El nacimiento de este grupo de personas, indignadas con la situación política, económica y social que vive España fue bien recibida por una parte importante de la sociedad. Y es que la realidad española es para estar indignado. Pero paulatinamente ha ido cayendo en un radicalismo que se aproxima a la insumisión. Tras las asambleas de desahucio que actúan para impedir que un banco, por ejemplo, desaloje de su casa a una familia, han pasado al «¡cuélate en el metro y no pagues la multa!». En protesta porque con motivo de la JMJ van a subvencionar el metro a los participantes. Están desviando el tiro pues el metro no es el problema, pero Paredes ya ha advertido que «el movimiento no va a hacer autocrítica porque está fuera de lugar».